Por Raúl Hermosillo Carmona
Hace 40 años en México decidimos tener una economía abierta, integrada al mercado norteamericano, basada en la exportación manufacturera global. Además, con la alternancia en el 2 mil, decidimos comenzar a construir instituciones republicanas de corte liberal, iniciando con ello una lenta transición democrática después de 70 años de autoritarismo.
La pregunta obligada es ¿por qué a diferencia de otros países que hicieron lo mismo, nosotros no hemos podido despegar como país y dejar atrás la pobreza y la desigualdad?
Y la respuesta es muy clara: el problema fue que, durante la transición económica y política surgió una élite empresarial y sindical ligada al viejo régimen que ha obstaculizado una plena apertura comercial y ha condicionado la libre competencia en los sectores más dinámicos de nuestra economía.
Tal vez no lo sabías, pero al agotarse el viejo régimen económico y político que prevaleció desde la posguerra hasta los 70s, muchas empresas estratégicas del Estado mexicano pasaron a manos de un grupo de empresarios ligados políticamente al régimen en sectores clave de la economía como el financiero, telecomunicaciones, minería, siderurgia, construcción, inmobiliaria, vidrio, cemento, papel, cerveza, etc.
Mientras que, los grandes sindicatos corporativos permanecieron en manos de líderes vinculados políticamente a los intereses monopólicos de las empresas del Estado en sectores estratégicos como el energético (Pemex y CFE) y el magisterial. Esta élite es a la conocemos como la “mafia del poder”.
Por eso, es un error hablar de la “época neoliberal”, porque lo que tuvimos realmente a partir de los 80s fue una combinación de modelos económicos que los expertos llaman “crony capitalism” o capitalismo de cuates o de compadres. Es decir, una economía en la que el poder político y el poder económico están íntimamente imbricados y fusionados.
Por si no lo sabías, esta “mafia del poder” primero se alió con la “tecnocracia neoliberal” durante la transición democrática (es decir, con el PRIAN y el ala socialdemócrata del PRD). Pero en 2013, al ver afectados sus intereses monopólicos a raíz de las reformas estructurales, esa misma mafia del poder decidió aliarse con el PRIMOR, es decir, con el ala populista nacionalista representada en ese momento por el obradorismo.
Para entender mejor la diferencia entre el PRIAN y el PRIMOR debes saber que durante 70 años México vivió en una “dictadura perfecta”. Había un partido hegemónico (el PRI) que siempre ganaba las elecciones y teníamos una economía cerrada, controlada y dirigida por el Estado. Los empresarios y los trabajadores eran “soldados” del partido y del presidente, enarbolando la ideología del nacionalismo revolucionario.
Este modelo económico basado en las empresas del Estado y el petróleo, que daba sustento a aquel sistema autoritario, se agotó e hizo crisis en los 70s. Fue entonces que una parte del PRI (la tecnocracia) junto con el PAN, apoyaron la instauración de un nuevo modelo económico (mal llamado neoliberal) así como la transición hacia un régimen democrático. Así surgió el PRIAN.
Pero la parte del priísmo tradicional, junto con casi todo el PRD y luego Morena, siguieron aferrándose a ese pasado estatista, que añora regresar a aquellas épocas de oro del partido de Estado y la concentración del poder en la figura presidencial. Así surgió el PRIMOR. Por eso no es extraño ver a un PRI cercano al PAN y a otro PRI cercano a Morena.
Como sabes, en 2018, con el apoyo de la mafia del poder que antes tanto criticaban (solo así se explica el vertiginoso ascenso de Morena) el PRIMOR ganó la presidencia y revirtió las reformas estructurales que afectaban sus intereses, aprobadas por el PRIAN. El problema es que ahora, el PRIMOR y los que hoy integran el Consejo Asesor Empresarial del presidente (la mafia del poder), también quieren revertir los avances que habíamos logrado en la construcción de una república democrática representativa de corte liberal.
Seguro has escuchado que quieren desaparecer los organismos autónomos como el INE, al Tribunal Electoral, al INAI, a la COFECE, a la CRE, y acotar a los poderes que le hacen contrapeso al presidente como la Suprema Corte. Quieren volver a estatizar y centralizar la economía solo que ahora con una fuerte presencia de los militares. Quieren ocultar la información de contratos otorgados por asignación directa a la mafia del poder, reservándola como de seguridad nacional. Y quieren hacer ver como de utilidad pública, grandes obras que en lugar de beneficiar a los más pobres, descuidan la inversión en salud, educación y seguridad pública.
Tienes que saber que, esto que nos está pasando en México ya lo hemos visto en otros países donde las democracias han sido incapaces de acotar el capitalismo de cuates como Venezuela, Rusia, Hungría, Turquía, India, Argentina, Brasil. En todos estos casos ha sido imposible acabar con la corrupción, el estancamiento económico y la desigualdad social. Y lo que hemos visto es el surgimiento de líderes populistas que se aprovechan del desencanto con la democracia, para impulsar un cambio sustentado en la polarización y el odio, en el asistencialismo clientelar y la exaltación del conformismo, así como en la alianza con los militares y organizaciones criminales. Todo, con el objetivo de fortalecer económica y políticamente a la mafia del poder local (empresas, sindicatos monopólicos y militares) y a sus aliados en el gobierno.
Pero también hay países en los que ha florecido la democracia y se ha logrado acotar a los monopolios empresariales y sindicales. Ahí, ha habido desarrollo económico incesante y se ha podido controlar la corrupción. También se ha podido superar la pobreza y la desigualdad. Incluso en estos lugares se ha adoptado un modelo socialdemócrata más equilibrado basado en un capitalismo más social y fuertemente democrático.
Así que, este 2 de junio no se trata de elegir a la mejor persona o al mejor partido. Eso no existe. La opción tampoco es entre neoliberalismo o nacionalismo. Esa disputa quedó atrás hace cuatro décadas. Y, por supuesto, es falso que la disyuntiva sea entre “regresar” o no “regresar”, a un pasado de corrupción y privilegios. Eso siempre lo hemos tenido, primero con el PRI y luego con el crony capitalism, primero con el PRIAN y ahora, con creces, con este gobierno.
La verdadera disyuntiva entonces es entre continuar construyendo un régimen republicano, democrático-liberal capaz de acotar el poder de los monopolios empresariales y sindicales, que es la opción impulsada por el PRIAN y la alianza opositora. O regresar a un régimen hiper-presidencialista-neopopulista de corte plebiscitario y militar, de la mano de la mafia del poder, que es la opción impulsada por el PRIMOR y la coalición oficialista.
Lo importante de esta historia es entender que, solo eligiendo el primer modelo podremos seguir fortaleciendo las instituciones que sirven como contrapeso al poder presidencial. Solo eligiendo la primera opción podremos enfrentar al crimen organizado de manera inteligente y contundente. Solo la primera opción nos permitirá revertir el militarismo, recuperar el poder civil y apostarle a una educación de calidad con visión de futuro. Y lo más importante:
Solo en un sistema republicano, democrático, representativo y liberal podremos acotar la influencia y el predominio de la mafia del poder, y con ello aspirar a construir una socialdemocracia que realmente libere todo nuestro potencial económico y social. @DiarioReporter