Por Carlos Clemente
Las lluvias de estos días no solo inundaron la ciudad. También destaparon, como alcantarilla reventada, la corrupción del gobierno municipal panista encabezado por Eduardo Rivera Pérez y su relevo, Adán Domínguez.
Las obras de “relumbrón” en la Avenida Juárez resultaron ser una simulación grotesca, un fraude descarado para justificar un gasto de 96 millones de pesos —no los 55.7 que se reportaron oficialmente—. Fue una remodelación diseñada más para facturar que para durar.
El pavimento se levantó, el drenaje colapsó y algunas banquetas están destruidas. Todo quedó expuesto. Las fallas no son simples detalles técnicos: son la huella de un modus operandi corrupto que convirtió la obra pública en botín político.
Materiales de mala calidad, vicios ocultos y deficiencias estructurales fueron la constante de una gestión que presumía modernidad y eficiencia, pero entregó ruinas. La dupla Lalo-Adán dejó claro que la prioridad no era la ciudad, sino los contratos.
Se espera que la Contraloría Municipal haga su trabajo con rigor, sin simulaciones ni pactos de impunidad. Es urgente fincar responsabilidades administrativas y legales.
Desde el inicio, la ciudadanía cuestionó el despilfarro en una obra nada prioritaria.
¿Se imaginan las sorpresas que encontraría el gobierno de Pepe Chedraui si decidiera auditar toda la obra del trienio pasado?
Las lluvias revelaron lo que muchos sabían: en el gobierno de Lalo y Adán, la corrupción era parte del plan de obra. @noticiasreportero