Por Carlos Clemente
Una iniciativa de ley que busca sancionar el ciberasedio , la usurpación de identidad y el espionaje digital no debería generar rechazo en ningún sector social y de ningún estado. Urgen marcos normativos acordes con los nuevos tiempos.
El problema no es el fondo, sino la forma: burda, atropellada y desaseada. Legislan sobre las rodillas y por encargo.
Si la iniciativa estuvo siete meses empolvada en un cajón, ¿qué costaba esperar unas semanas más para socializarla, enriquecerla, complementarla y evitar el rechazo y el sello de ley mordaza?
El estilo legislativo de imponer en lugar de consensuar, e incluso amedrentar a la oposición, es una práctica rancia, propia de dictaduras añejas que hoy revive, con desparpajo, una mayoría cuatroteísta oficial… y oficiosa.
Ante la ausencia de técnica legislativa, morenistas e incondicionales en el Congreso de Puebla suplen la incompetencia con mayoriteo y maniobras intimidatorias.
¿Era necesario exhibirse así, tan endebles e improvisados —no solo en argumentos— frente a una oposición minoritaria, pero inteligente, que ayer los puso en aprietos?
El síndrome de “El Changoleón” del Senado mexicano llegó al recinto legislativo de Puebla: “apagar los micrófonos” es ya el recurso infalible para acallar críticas y anular posturas divergentes. ¡Chulada de democracia!
Levantar el dedo sin chistar parece ser el patético destino de la mayoría de legisladores locales. “Agachones”, les dijeron ayer… y no lo negaron. Lo confirmaron.
El futurismo político tiene distraídas a algunas y a algunos legisladores. Les nubla la capacidad de operación. Les anula el oficio. Decepcionan, pues. @noticiasreportero