Por Raúl Hermosillo Carmona
Sería ingenuo pensar que es mera coincidencia que la renuncia de Saldívar como ministro de la Suprema Corte ocurriera poco antes de vencer el plazo para que López Obrador pudiera proponer a un sustituto de su círculo cercano.
Pecaríamos de ilusos si creyéramos que el anuncio del presidente de plantear, otra vez, la desaparición de los órganos autónomos que le estorban, como el INAI, a sabiendas de que no tiene mayoría calificada, es solo para dejar testimonio.
Tampoco sería sensato aceptar como algo “normal” que, justo ahora que se cayó la reelección de la fiscal carnal de Shame-baum, en la CDMX, y que su campaña no levanta, proliferen encuestas patito, que le dan una supuesta ventaja “inalcanzable” a la candidata oficialista.
Y, por supuesto, sería más que inocente asumir que es pura casualidad que, justo cuando naufragó la candidatura de Samuel Fosfo García, los ministros del Tribunal Electoral alineados con la T4 (transformación región 4) le hayan perdido la confianza al presidente de ese organismo.
La realidad es que, como las cosas no pintan nada bien de cara al 2024, ni para el gobierno ni para su candidata, el presidente ha comenzado a mover sus fichas ante la amenaza real de que no obtenga el respaldo de la clase media.
Por eso, el presidente sacó a Saldívar de la Corte: para imponer a alguien como Lenia Batres, es decir, a una “activista” radical dispuesta a violar la Constitución. Porque lo que va a necesitar para “reventar” el proceso electoral es a una kamikaze en la Corte.
Por eso volvió a arremeter contra el INAI justo cuando ha salido a la luz un nuevo escándalo de corrupción millonario orquestado por su hijo Andy, en la compra y venta de medicamentos. El presidente sabe que de aquí a la elección se darán a conocer más pruebas de corrupción en contra de sus hijos que podrían descarrilar a su candidata.
Por eso ha comenzado a hacer campaña abiertamente, pidiendo el voto ciudadano para obtener la mayoría en el Congreso. Sabe que su candidata no levanta y que si no le ayuda no solo está en riesgo la presidencia sino también la mayoría simple en el Congreso (la calificada ya la tiene perdida).
Y por eso no permitió que sus borregos en el Senado eligieran a los dos ministros vacantes en el Tribunal Electoral y, en cambio, decidió activar a sus tres alfiles para darle “golpe de Estado” al ministro Reyes Rodríguez e imponer alguien leal a la T4, como Mónica Soto. Quiere capturar desde ahora al órgano encargado de calificar la elección para que, en caso de que no le favorezcan los resultados, sus ministros carnales la puedan anular.
Al cierre del año, la jugada del presidente ha quedado muy clara:
- Reventar desde dentro a la Suprema Corte con un caballo de troya que la desprestigie y que contribuya a la narrativa de campaña para conservar, por lo menos, la mayoría en el Congreso.
- Controlar al tribunal electoral para justificar una posible anulación de la elección en caso de que no le favorezca la votación a su candidata.
- Descalificar a los órganos autónomos, en particular al INAI, para desautorizar la información sobre corrupción en su gobierno que seguirá surgiendo.
- E intensificar la propaganda electoral mediante la publicación de encuestas patito que generen la sensación de que “este arroz ya se coció” en favor de Shame.
No sé ustedes, pero a mi todo este esfuerzo me huele a desesperación. Si de verdad la campaña de Xóchitl Gálvez estuviera “estancada”, no estarían considerando un escenario adverso en junio de 2024. @DiarioReporter