Por Jesús Ramos
Claudia Sheinbaum, en un arranque de pedagogía moral, tuvo que recordarle a sus compañeros de movimiento que la austeridad no se predica con discursos sino siendo prudentes con la cartera, aunque sea de apariencia.
Nada de camionetotas, nada de trajes con etiquetas de diseñadores famosos, nada de viajar en primera clase, de hoteles de cinco estrellas ni de cortes wagyu bañados en oro. Morena, insiste la presidenta, nació de la sencillez, no en Ferragamo ni con chófer de Suburban blindada.
El regaño a los guindas no fue gratuito. En el álbum de excesos de la 4T hay de todo. Gerardo Fernández Noroña en residencia millonaria, Ricardo Monreal con sus relojes que valen más que una nómina municipal, Andy López Beltrán cruzando océanos asiáticos como si fuera magnate petrolero.
Los mencionados son apenas los puristas del movimiento, a ras de tierras estatales y municipales si que le gastan a la indumentaria, perfumes, vehículos de lujo y cuanta cosa demuestre que son los reyes del pueblo.
El recordatorio de Sheinbaum suena más a confesión que a exhorto. Se los dijo porque ya los conoce y sabe de ellos. La paradoja es potente. Se declaran representantes del pueblo, pero caminan como ricos, comen como ricos, viajan como ricos y presumen su riqueza.
La presidenta no habló sólo de Noroña y Monreal, habló también de los mirreyes de provincia, de los gobernadores de sudadera casual de 15 mil pesos, de los diputados de Gucci que salen hipócritamente a las calles con chaleco de lona para la foto.
Igual se los dijo a los presidentes municipales que llegan a inauguraciones de banquetas y guarniciones con camionetas que cuestan lo mismo que toda la obra pública del pueblo.
La humildad en política dejó de ser virtud. Morena se empeña en aparentarla porque sabe que el electorado todavía se enamora del político que se sube a un Tsuru desvielado y almuerza en la fonda de Doña Lupita, pero con menos caricias de credibilidad cada vez.
Los hábitos reales traicionan a los líderes morenistas, la cuenta del restaurante de moda, la marca bordada en la camisa, la habitación en el súper hotel sin que el monto aparezca en los estados de cuenta del presupuesto público, el auto de la amante y esposa.
Sheinbaum, con el mensaje, más que poner orden desnudó la hipocresía. Porque pedirles sencillez a quienes se acostumbraron a la ostentación es como exigirle a los padrotes vestir modestos sin cadenas de oro macizo, eso parecen los políticos de Morena. @noticiasreportero