Por Carlos Clemente
Las luces de alerta se encendieron en la BUAP la noche del martes. Un presunto incel lanzó amenazas contra cinco alumnas de la Facultad de Ciencias de la Computación desde una cuenta de Instagram: publicó sus fotografías junto a la de un arma de fuego y advirtió que “pagarían por haberlo rechazado por su apariencia física”.
La Rectoría reaccionó con rapidez: se activaron protocolos de seguridad en coordinación con Fiscalía y Seguridad Pública, se reforzó la vigilancia dentro y fuera del campus y se acompañó a las estudiantes. Sin embargo, el miércoles la tensión subió de tono ante un nuevo mensaje, burlándose del operativo, dejó claro que el riesgo no había pasado.
La BUAP sabe que no puede permitirse un escenario como el que atraviesa la UNAM. Allá, el homicidio del estudiante Jesús Israel, de apenas 16 años, a manos de otro joven de 19 en el CCH, encendió una mecha que hoy tiene en paro a más de la mitad de facultades y planteles.
La gota que derramó el vaso fueron las amenazas de muerte enviadas a profesoras de la Facultad de Química “por el simple hecho de ser mujeres”. El resultado es la universidad más importante del país paralizada, miles de estudiantes en protesta, una comunidad que clama justicia y seguridad.
El término incel —célibes involuntarios— surgió hace tres décadas, pero en los últimos años se ha convertido en un movimiento digital que destila misoginia y violencia. Las redes sociales le dieron un nivel exponencial y hoy representan un riesgo real en todo el mundo. Puebla no es la excepción.
Más allá operativos y protocolos policiacos, urgen políticas públicas de fondo, programas especializados para medir, entender y atender la salud mental de nuestros jóvenes.
No es un asunto menor, se trata de la estabilidad emocional de toda una generación que, entre la soledad, la frustración y la violencia digital, corre el riesgo de convertirse en un polvorín.
La BUAP tiene que aprender de la crisis que hoy vive la UNAM. La contención inmediata es necesaria, pero no suficiente.
Uno de los retos más importantes es enfrentar el vacío institucional en materia de salud mental, antes de que el miedo y la violencia secuestren la vida universitaria. @noticiasreportero