Por Jesús Ramos
Hace falta el inventario de los alcaldes en funciones que podrán reelegirse por méritos y efectividad. ¿Cuántos y quiénes lograrán el cometido? No es ocioso preguntarse a uno mismo si lo merecen o no.
Es el ajuste de cuentas inevitable que siempre llega, aunque muchos crean que la magia de la reelección o del chapulineo basta para redimirlos de la desgracia de su propia ineptitud.
Ellos piensan ya, a un año de sus funciones, si lo intentarán por el mismo partido o, si la mezquindad se los aconseja, ir por otro distinto que les abra las puertas a cambio de su oportunismo y grandeza de talentos.
No creen en lealtades esos presidentes municipales ni en proyectos colectivos, creen en la ley del saltamontes para perpetuarse en el puesto, brincan al lugar más verde y dejan atrás lo seco que dejaron.
El pragmatismo de los partidos se los permite siempre que les reditúen votos o ganancias económicas. ¿Cuántos tendrán esa chance por haber dado resultados a los ciudadanos?
Por ley los alcaldes poblanos tendrán que rendir su primer informe de gobierno en este mes de octubre, sin embargo, en ese corto tiempo muchos arrastran las cadenas de la mala fama, incompetencia, inseguridad disparada, obra pública invisible y traición a sus votantes.
Hay alcaldes con pretensiones de reelegirse, no les importan las cicatrices que les marcan lo grotesco de su gestión, Tehuacán, Huejotzingo, Texmelucan, San Pedro Cholula, Amozoc, Cuautlancingo y otras carretadas más de eso.
Lo cierto es que desde el 2026 los partidos deberán definir nombres y perfiles de competencia. No pueden llegar al 2027 improvisando candidatos porque los plazos electorales se los pueden comer vivos.
Seamos francos, muchos dirigentes no aprenden. Insisten en mandar a las urnas a alcaldes repudiados o chapulines de alquiler, pensando que el elector es estúpido, cuando caen en eso se define la ruina de sus propósitos. @noticiasreportero