Por Raúl Hermosillo Carmona
Hace unas semanas, aposté con un amigo que Morena perdería 4 de las 6 gubernaturas en la elección del pasado domingo. Y, efectivamente, según yo, así fue: Morena perdió Aguascalientes a manos del PAN y perdió Durango, Hidalgo, y Tamaulipas a manos del PRI. Por supuesto, mi amigo dice que estoy torciendo la realidad, ya que Menchaca y Villarreal contendieron con la camiseta de Morena.
Mi argumento es que, en Hidalgo, Morena escogió como candidato a un priísta de toda la vida, con una larga trayectoria en el priísmo local, que recibió todo el apoyo del del gobierno priísta del estado, que puso a su servicio toda la maquinaria del priísmo local. Morena quiere hacernos creer que ganó en Hidalgo, pero quien ganó en realidad fue el priísmo tradicional que actualmente detenta el poder en esa entidad.
Lo mismo en Tamaulipas. Morena apoyó a un priísta de toda la vida, hijo de un exgobernador priísta con una larga trayectoria familiar priísta a nivel local, que recibió todo el apoyado necesario del cartel de Sinaloa y de una parte del cartel del Golfo, para recuperar el control de esa zona, hasta ahora en manos del cartel de Noreste, aliado del gobierno panista. Ante estos hechos, yo digo que también ahí ganó el priísmo tradicional, que logró recuperar la plaza. Morena solo prestó la camiseta, pero el poder local lo detentarán los grupos priístas tradicionales.
Ya sé que estoy forzando el argumento para no tener que pagar la apuesta, pero de verdad creo que es un error pensar que, por el simple hecho de cambiar de partido, un político puede borrar su pasado y sus compromisos. Es como cuando una empresa crea su propia competencia y quiere hacerte creer que tienes una opción diferente para “elegir”. O como cuando un equipo de futbol muy quemado, cambia de uniforme y hasta de nombre, pero sigue con los mismos jugadores.
Pensar que por el simple hecho de cambiar de marca estos grupos ya son diferentes, solo es hacerse tonto. Esa es la tragedia que estamos viviendo en este país: que la mayoría de la gente, sobre todo la de menores ingresos y nivel escolar, “cree” que Morena es un partido distinto al priísmo tradicional.
No. Morena es la reedición de ese viejo PRI que gobernó más de 70 años. Es el resurgimiento del priísmo tradicional, pero en su peor versión, es decir, en su versión populista autoritaria. Su estrepitoso “éxito” no se debe a que proponga algo nuevo o diferente. Se debe al traslado de gran parte de las bases clientelares y liderazgos otrora priístas, a sus filas.
Muchos no recuerdan o no saben, que el PRI, más que como partido, nació como un aparato de Estado encargado de canalizar y administrar toda la demanda social y política postrevolucionaria. El enorme éxito de este aparato de Estado fue haber monopolizado este proceso hasta lograr institucionalizarlo a través de las grandes corporaciones sindicales y clientelares.
Más que un partido, el PRI se convirtió en una suerte de “secretaría” de Estado a través de la cual los sindicatos obreros, campesinos, empresariales, profesionales y populares tramitaban sus demandas y negociaban soluciones dentro del marco “institucional”. Por eso pronto se erigió como un partido “único”, porque fuera de su órbita era prácticamente imposible la interlocución con el poder.
Hacia finales del siglo pasado, cuando el modelo de partido único se agotó y el país comenzó su transitó hacia la democracia, el PRI inició su decadencia como fuerza competitiva. Hoy, según diversos estudios, la marca PRI solo cuenta con el 17% de la intención de voto ciudadano. El resto de su base se ha refugiado en Morena con el objetivo mantener sus privilegios ante el embate del mercado y la competencia.
No tengo duda de que el PRI, como marca y como opción de representación social y política, terminará por desaparecer. En cambio, lo que seguirá negándose a morir será el priísmo como cultura política y como proyecto de nación, esta vez reencarnado en Morena. Ese priísmo tradicional, ahora vestido de guinda, es el que ganó Hidalgo y Tamaulipas. Pero el día de mañana bien podrían portar algún otro color con tal de mantenerse en el poder. @DiarioReporter