Por Carlos Clemente
En la experiencia de los hombres de poder, el tercer año de un gobierno es el pináculo del sexenio, nada ocurre sin pasar por el tamiz de quien conduce el barco.
Quien sujeta el timón disfruta al máximo la travesía. Lo hace con cautela, madurez y responsabilidad.
Seguro de que la ruta trazada lo llevará a buen puerto.
En el gobierno poblano, algo ocurre que nos revela que las cosas no son así; por el contrario, hay señales inequívocas de que no existen: objetivos, metas, rutas.
Ni madurez, cautela o responsabilidad en la conducción.
No hay rumbo, pues.
Está claro que los poblanos apostaron en las urnas en 2019 por un gobierno distinto.
Sin embargo, en la cúspide del ejercicio del poder, el Ejecutivo estatal opta por la confrontación, la beligerancia y olvida la gobernabilidad.
Lo mismo arremete contra empresarios, se inmiscuye en una millonaria disputa entre particulares por la Udlap, impulsa entre ayuntamientos el cobro del DAP, le hace guerra sucia al auditor superior y, por si fuera poco, envía señales de confrontación al gobierno federal.
Él no pierde tiempo, desde su oficina desenfunda la espada todas las mañanas y se convierte en el pendenciero que nadie le ha pedido sea.
Soslaya los feminicidios, no esclarece en definitiva el caso Tadeo, se le desborda la crisis en el sistema penitenciario, ignora los casos de desaparecidos que aumentan sin precedente y tolera el creciente clima de inseguridad pública en el estado.
Siempre desde su posición de “todo está bajo control”.
Se encuentra tan concentrado en derribar sus molinos de viento, que ignora visitas de funcionarios federales, no asiste a eventos públicos relevantes, opta por refugiarse en el búnker.
Se aleja de la realidad.
Incluso ante la carencia de logros propios, se atreve a presumir desarrollos como Ciudad Modelo.
Está claro que no es el gobierno que los poblanos votaron.
Así, mientras nuestras autoridades se dedican a armar camorra un día sí y el otro también, la criminalidad se desborda sin freno todos los días.
Tres datos de esta semana:
La noche del uno febrero, en el barrio Tres Horas, municipio de Acatzingo, fue privado de la libertad por un comando armado un empresario de la región. Trascendió que posteriormente fue liberado, aunque ninguna autoridad informó bajo qué condiciones.
Mario Guevara Lázaro, comerciante originario de Huamuxtitlán, Guerrero, fue asesinado de diez disparos el lunes pasado cuando se dirigía a la central de abasto en Puebla capital. Llevaba 25 años dedicándose al comercio de frutas y verduras. Lo acribillaron para robarle el dinero, aunque el alcalde Eduardo Rivera, ignorando la realidad, dijo que fue ajuste de cuentas.
En plena zona metropolitana, este martes, delincuentes lanzaron piedras a un camión de la ruta Amozoc que circulaba sobre la autopista México-Puebla, a la altura de Villa Frontera. El asalto fue evitado por un pasajero que “ya se la sabe” y pidió al chofer no detenerse pues se trataba de un asalto.
Así las cosas, de salud, educación y reactivación económica, mejor ni hablamos. @DiarioReporter