Por Raúl Hermosillo
El mismo día que el presidente festejaba sus primeros tres años de gobierno, en un Zócalo atiborrado de acarreados, al más puro estilo del viejo PRI, en Guadalajara —en el marco de la Feria Internacional del Libro— la periodista Carmen Aristegui le preguntó al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, cuál era su balance de esta primera mitad del sexenio.
Y el ingeniero, con su tono pausado y sobrio, contestó: “Los resultados de un gobierno se miden por los logros”. Luego fue contundente:
- “Estoy viendo al país con muchos rezagos todavía y sin propuestas sobre cómo superar estos problemas de pobreza, empleo, seguridad, escaso crecimiento económico, deterioros ambientales, todas las cuestiones que tienen que ver con el género, etcétera”.
- “Tengo la impresión —continuó— de que en el aspecto económico no hemos logrado revertir esta tendencia que traíamos de hace cuatro décadas, tenemos un crecimiento económico muy bajo…”
- Sobre la inseguridad, dijo que “la violencia está presente en todo el país, la inseguridad de la gente, de las familias está presente en todo el país”, reiteró.
- “Tenemos un alto índice de desempleo, no hemos logrado recuperar incluso el empleo perdido en estos años de la pandemia”.
- Con respecto a la educación, señaló que “tenemos un sistema educativo con muy fuertes deficiencias para no hablar del sistema de salud”.
- Y remató: “Estos es lo que tenemos en tres años… No hay resultados satisfactorios… Y nos faltan propuestas de las entidades políticas, y digo entidades políticas empezando por el gobierno”.
- Finalizó lamentando que “tenemos una vida política centrada en la confrontación; la oposición es todo contra el presidente y por parte del partido del gobierno es todo contra la oposición, sin buscar diálogo”.
Esto no lo dijo Claudio X. González, que según el presidente es el representante de la mafia del poder. No lo está diciendo Loret de Mola o Córdova Vianello que, según él, son los representantes del conservadurismo y del neoliberalismo fifí. Tampoco lo dijo Anaya, Dante Delgado o Alito que, según el presidente son los representantes del pasado corrupto y saqueador.
Lo dijo, ni más ni menos, que el fundador de la Corriente Democrática que logró darle la primera estocada a 70 años de autoritarismo priísta. El fundador del Partido de la Revolución Democrática, la primera fuerza de izquierda que realmente pudo competir por el poder. El tres veces candidato a la presidencia de la República y primer Jefe de Gobierno democráticamente electo, del entonces Distrito Federal. El líder moral de la izquierda, ícono por excelencia de la lucha democrática en México reconocido en todo el mundo. Un hombre de principios irrenunciables que ha cuestionado las políticas neoliberales, que ha defendido las políticas sociales en favor de los que menos tienen y que ha pugnado por la construcción de un Estado fuerte que vele por el bienestar la población.
Llama la atención porque, en su discurso en el Zócalo, el presidente se la pasó diciendo que todo va muy bien, que ya se consolidó la cuarta transformación, que ya vamos ahora sí a superar la crisis, que hay que definirse, o con él o contra él, bla bla bla.
Ante esto, la pregunta obligada a la chairo-kakistocracia es: ¿entonces, tiene otros datos el ingeniero? ¿se derechizó el ingeniero? ¿No será que el que se derechizó es otro? O de plano, de lo que se trata es de creerle ciegamente al presidente, aunque se la pase diciendo mentiras. La consultora SPIN le contó 88 afirmaciones falsas, engañosas o no comprobables en 55 minutos de discurso.
La realidad, es que las cosas no van bien, y pintan para empeorar. Quien no lo quiera ver, tiene que reconocer que su optimismo es un acto de fe y que la mejor prueba de que el presidente ya renunció a transformar al país, es su peligrosa alianza con las fuerzas armadas para que le hagan la chamba y dar algunos resultados, y no pasar a la historia como lo mejor y lo peor que le pasó a México en el primer cuarto del siglo XXI. @DiarioReporter