Por Raúl Hermosillo C.
Hace algunos días se supo que una comisión del Senado votó a favor de juzgar al presidente por su responsabilidad en la mala gestión de la pandemia de Covid. Los legisladores lo acusan de diversos cargos, como prevaricación, charlatanería, infracción de medidas sanitarias y uso irregular de fondos públicos.
Adicionalmente, se le imputa el cargo de crímenes contra la humanidad, en la modalidad de exterminio, bajo el argumento de que si se hubieran adoptado medidas adecuadas para contener la circulación del virus se hubieran podido salvar alrededor de 120 mil vidas de las más de 600 mil que, hasta el momento, ha cobrado la pandemia.
Y es que es cierto, desde el inicio de la crisis sanitaria, el presidente desestimó la gravedad de la situación y en lugar de enviar un mensaje claro y contundente —y predicar con el ejemplo— incitó al relajamiento de medidas preventivas e insistió una y otra vez, en reanudar las actividades para reactivar la economía.
Evidentemente me estoy refiriendo a Jair Bolsonaro, presidente de Brasil… ¿O qué pensaban?
Es cierto que aquí ha pasado casi lo mismo, pero a diferencia de lo que ocurre en Brasil, donde el pueblo ya despertó, aquí el tigre sigue dormido creyendo que todo va muy bien, aunque la realidad sea otra.
De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la OCDE, somos el país donde se ha registrado el mayor exceso de mortalidad por Covid.
Según el INEGI, durante 2020 y 2021 se esperaba que murieran alrededor de un millón 307 mil 500 mexicanos, tomando en cuenta el ritmo de mortalidad de los 5 años anteriores. Sin embargo, murieron un millón 928 mil 543, es decir, 621 mil más de lo esperado. Evidentemente, este “exceso de mortalidad” se debe a la pandemia de Covid.
Lo “extraño” es que todos los reportes oficiales hablan solo de 290 mil fallecidos, cuando en realidad han muerto más del doble. De hecho, algunos expertos señalan que para tener una idea más cercana al número real de muertos por Covid en México debemos multiplicar por 2.45 la cifra oficial de la Secretaría de Salud.
El reporte de la OCDE también nos ubica en el penúltimo lugar en porcentaje de población vacunada con el esquema completo, es decir, con dos dosis. Por más que el gobierno insista en que ya cumplió con el compromiso de aplicar una dosis al 80% de la población adulta, la realidad es que solo la mitad cuenta con el esquema completo.
Todos los expertos coinciden en que no es suficiente tener solo una dosis. La realidad es que la mayoría de la población en nuestro país sigue siendo altamente vulnerable al virus, en particular a la variante Delta. Y si a esto le sumamos el dato de que las vacunas pierden efectividad a los 6 meses, que la autoridad se niega a vacunar a los menores de 18 años y que no existe un plan para aplicar dosis de refuerzo, el panorama es desolador.
Otro dato importante del reporte de la OCDE indica que nuestra población es la que enfrentó al Covid con el mayor número de comorbilidades, o sea, con la población menos saludable. Estamos hablando de obesidad, diabetes, hipertensión, tabaquismo, alcoholismo, etc. Y, para rematar, somos el país donde más personal de salud se enfermó y murió por Covid.
Por eso es importante el reporte de la OCDE, porque pone en perspectiva la realidad de la pandemia en México, evidenciando el fracaso de este gobierno en el manejo de la crisis sanitaria, a partir de una estrategia fincada en la mentira, la desinformación, el manejo opaco y centralizado del proceso de vacunación, el triunfalismo y el relajamiento de las medidas sanitarias.
La imagen de Laida Sansores, “gobernadora” de Campeche, vociferando contra el uso del cubrebocas, justo cuando el Presidente se vio obligado a portarlo en su reciente visita a Nueva York, y justo en la antesala de una cuarta oleada de Covid en nuestro país, sintetiza la irresponsabilidad de la 4T en el manejo de esta crisis sanitaria. Y no tengo duda que, como en Brasil, tarde o temprano, los responsables tendrán que pagar por ello. @DiarioReport