Por Alberto Pacheco
Si bien, el presente análisis podría hacerse de manera más rigurosa, desde la perspectiva femenina o la masculina, abordaremos variables homogéneas para ambos géneros, del por qué, los millennials y centennials, en su mayoría, expresan animadversión por el matrimonio.
La primera y sin duda alguna la más relevante, es el factor económico, la precariedad que enfrentan las nuevas generaciones (millennials y centennials) que tienen un presente complejo y un futuro poco promisorio en cuanto a sus libertades económicas.
Somos las generaciones más dependientes de nuestros padres, ya que, de acuerdo a diversos datos cruzados (INEGI, BID, etc.), hasta 8 de cada 10 jóvenes adultos entre 25 y de hasta 40 años, siguen viviendo en casa de sus padres o en una propiedad de sus padres.
Encima, la media salarial que no supera los 8 mil pesos en el caso de los profesionistas, hace que estas nuevas generaciones evadan ese paso o lo procrastinen lo más posible, no por nada, es cada día más habitual, ver a hombres y mujeres de más de 30 años, solteros y sin matrimonios previos o intenciones futuras.
De acuerdo a la revista FORBES, 7 de cada 10 millennials que no quieren casarse, han tomado esa decisión debido al factor económico y la incertidumbre que viven a nivel profesional.
Lo que les genera la percepción de no poder proveer adecuadamente a un hogar en el cual formar a una familia, la educación, vestido y salud de los hijos y todos los retos que se enfrentan en el día a día y los cuales, orbitan respecto al factor económico.
El segundo factor, es la híper-individualización del SER, en la que las relaciones a largo plazo han dejado de ser importantes y se sustituyen por relaciones temporales basadas en la satisfacción momentánea, es decir, que todos somos prescindibles y sustituibles tanto como nuestras necesidades viren hacia otra dirección.
“Hoy me gustas tú y mañana ya no, porque me gusta alguien más” …
Las nuevas generaciones disfrutan mucho más de tomar decisiones unipersonales, adónde ir, qué comer, cómo vivir, tener una mascota encima de un hijo, en lugar de la constante necesidad de crear acuerdos con la otra persona.
No están dispuestos a asumir compromisos que atenten contra esa individualidad ni mucho menos a cambiar sus formas de relacionarse con los demás.
Y la tercera razón que esgrimen estas generaciones para no hacerlo, es EL MIEDO, el miedo a repetir patrones disfuncionales que vivieron con sus propios padres, miedo al fracaso de pareja que lleve al divorcio, el miedo a los cambios globales, las guerras, crisis climáticas, hambruna y violencia, solo por mencionar algunos.
Y es que, las estadísticas no están de su lado definitivamente, hoy, casi 1 de cada dos matrimonios terminan en divorcio, encima el factor de la edad es determinante, si una persona se casa entre los 32 y 34 años de edad, tiene en automático, el 50% de probabilidades de divorcio, después de los 34, por cada año que pasa, se debe agregar un 5% más hasta los 40 años, puesto que después del cuarto piso, es casi un hecho que terminará en divorcio, más aún, si alguna de las 2 personas, ya ha tenido matrimonios previos (datos:NSFG).
Por lo tanto, en un mundo tan volátil, hostil y disruptivo, las relaciones humanas no son ajenas a las consecuencias que estos grandes cambios generan y ya sea por un factor económico, social, cultural y hasta digital, la realidad es que, los matrimonios van a la baja con una tendencia constante.
¿Casarse o no casarse? Al matrimonio yo le digo NO… ¿Y tú?
Nos vemos cuando nos leamos… @DiarioReporter