Por Xavier Gutiérrez
Desde hace relativamente pocos años a la fecha la muerte y todo lo que a ella concierne, como imagen, ha alcanzado una notoriedad extraordinaria en México.
Siempre ha estado presente en la idiosincrasia del mexicano, sobre todo en canciones, poesías, cuentos, en las famosas calaveras rimadas y en otras formas. Pero cobraba notoriedad únicamente alrededor de las fechas de Todos Santos y el día de difuntos.
Un periodo cortito, casi limitado a dos o tres días y punto.
Hoy, en cambio, está presente de diversas maneras casi todo el mes de octubre y en los primeros días de noviembre. Y el auge de su promoción es el día del gran desfile de la muerte que se realiza en la capital del país y que se efectúa también en muchas de las principales ciudades mexicanas, aparte de colonias, barrios, escuelas, sindicatos y calles.
La promoción y comercialización de la muerte, por tanto, es tema de primerísimo orden en todos estos días.
El clima mismo impone esa presencia. Apenas pasa el 4 de octubre, día de San Francisco y fecha en que la tradición fijaba como el día de cierre del período de lluvias, la gente empieza a comentar: “ya huele a muerto…” Y es que gradualmente empieza a cambiar la temperatura y el ambiente a tornarse frio y ventoso.
Contrariamente a lo que sucede en otros países, en que el tema de la muerte es visto y tratado con sumo respeto, aquí ocurre todo lo contrario. El mexicano, por lo menos de dientes para fuera, trata a la muerte con mucha familiaridad, es el centro del relajo, el pretexto para las pachangas, el vestuario, los disfraces.
En todas partes la muerte y su representación más popular, la calaca o catrina, es motivo de concursos, comercialización, moda. Y muchísimas personas en todo el país, sobre todo jóvenes, imponen la presencia de la flaca con cualquier pretexto, sobre todo en los arreglos personales, maquillajes y ropa.
Nadie se ha puesto a cuantificar, pero este tema y su figura central, es una contribución sumamente importante para el movimiento económico que aquí arranca, y se prolonga hasta el seis de enero, pasando por navidad y año nuevo.
No sería exagerado decir, por tanto, que la muerte mueve al país, estimula su economía, y la derrama es muy extensa. Este hecho mismo pareciera una ironía: lo que implica el final, el fin de todo, la parálisis, donde todo acaba, la muerte, es donde brota una movilización brutalmente dinámica de la economía.
La población juvenil, cada vez más en millonarias cantidades, vive la temporada de muertos, desde esta perspectiva, con un ánimo muy en alto, con gran euforia. Se nota en los medios, en las redes, en la calle, en la música, en el vestuario y el maquillaje.
Antes la temporada de muertos estaba envuelta casi en solemnidad, eran celebraciones de los mayores, teniendo como únicos escenarios los panteones, los mercados, los templos, las panaderías.
Aparte de los cementerios el eje eran las ofrendas, ambos puntos parte fundamental de las tradiciones ancestrales de los mexicanos, el sincretismo de las antiquísimas costumbres precortesianas y las formas derivadas de la religión católica.
Hoy lo tradicional no solamente no ha desaparecido, sino que se ha enriquecido de modo extraordinario con este giro de las nuevas generaciones, muy acorde con la forma de ser de los mexicanos, alegres, bullangueros, informales.
Aunque esta manera tan eufórica, desbordante de alegría de tratar a la muerte o abordar lo mortal, no deja de esconder el temor que vive en el alma de los mexicanos.
Y se nota, por ejemplo, por el frecuente, tan arraigado y común uso de expresiones que apelan a la vida por sobre todo: “ojalá Dios quiera…si Dios nos presta vida.. Dios mediante…si Dios quiere..”
Y los ruegos, oraciones y súplicas para alargar la vida, “que nos viva más años”.
Esta, la de esta temporada, colorida, impregnada de aromas donde sobresalen los de la flor de cempasúchil, la guayaba y el incienso, es una de tantas caras del mexicano y lo mexicano, quizá la más bella, la más profunda, la más contagiosa.
El año pasado se contuvo esta energía festiva por los rigores y temores de la pandemia, pero hoy se desató de modo extraordinario. Bueno signo, vamos mejor, pero hay que cuidarse, no bajar la guardia…