Por Jesús Ramos
A horas de que Morena lea la lista de sus nueve candidatos a gobernadores se respira nerviosismo en la clase política alfa, están excitados, intranquilos, el desasosiego les traiciona.
En el cuartel general de Julio se sienten seguros de ganar, tan es así, que tienen preparados los festejos del sábado con confeti, espantasuegras y conjunto musical. Si así fuera felicidades, habrían logrado la hombrada.
Si no lo fuera, ups, las burlas serán monumentales, podrían demorar semanas, meses, incluso años. Se verá no tardando en qué concluye todo esto. El resto de los aspirantes demuestra mesura.
Será decisión política la de Puebla. Y será de Andrés Manuel, no factor decisivo de encuestas, aunque muchos se acurruquen en ellas para justificar su chance de triunfo.
Dejando a veredicto del Presidente de la República la nominación del ungido, lo verdadero son los dos proyectos a definirse en nuestro estado, bien la continuidad del barbosismo en su mutación recargada o el surgimiento de una nueva clase política.
Es fácil ubicar los dos proyectos. Son unos los cómplices del sempiterno Jorge Estefan, siendo o no de Morena, y otros los que le exiliarían de Puebla y arrancarían de tajo las profundas raíces que enquistan al priista en el poder estatal por incompresible que esto resulte.
Los siete pretendientes de la candidatura a la gubernatura poblana del Movimiento de Regeneración Nacional representan en realidad esos dos grupos, los afines al barbosismo con Estefan y los que no.
Como ocurre con Julio, existe confianza de ganar en los escuadrones de Armenta, Nacho y Claudia, siendo más reservados en sus manifestaciones de júbilo, pero no por eso menos febriles en lo que el destino les depara del viernes próximo en adelante.
Es de locos. Es paradógico. Nadie tiene apuesta más grande que Estefan en la definición de Morena, en la misma proporción lo político que lo económico, superlativo respecto a otros actores por desentendido que lo parezca. @DiarioReporter