Por Alberto Pacheco
Mucho se habla hoy en día, sobre romper el famoso “techo de cristal” que supuestamente, el patriarcado opresor ha convertido en una práctica sistemática, a fin de preservar el yugo del hombre sobre la mujer en la vida laboral.
Y bajo este discurso, muchas mujeres sin merecimiento real, se han encumbrado en puestos de muchísimo poder y relevancia, llegando a estos, bajo entramados legales como la “paridad” adónde dejando de lado completamente al mérito, deben haber 50% de espacios para hombres y 50% de espacios para mujeres.
Un ejemplo clarísimo de lo anterior, es la distribución de las candidaturas a presidencias municipales, en las que, por el simple hecho de ser mujer, han desplazado a liderazgos reales que han luchado una vida entera y cuyo único pecado es: haber nacido hombres en una era adónde domina la ideología por encima de la ciencia.
No obstante, al ya de por sí, reprobable hecho de llegar a semejantes puestos debido a una cuota y no al mérito social y profesional, el ejercicio del poder público por parte de las mujeres no solo no ha demostrado ser mejor, sino que cae repetidamente en las garras de las disfunciones emocionales, principalmente, las del amor…
Ejemplos concretos sobran:
La misma Claudia Rivera que en el pasado reciente, no solo se autodenomino como una gobernante progresista y feminista, pero que, en los hechos, fue víctima de las decisiones emanadas de su corazón o mejor dicho, se hizo a un lado, para que su pareja sentimental y el grupúsculo de este, controlaran las áreas estratégicas del ayuntamiento de Puebla Capital y como no, negocios a sus anchas, con los espantosos resultados que ya todos conocemos.
O el caso de una ex regidora de la también administración de Claudia Rivera, que pasó a ser Secretaria del Gabinete Estatal y quien siempre lleva a su pareja consigo y que, en esencia, es quién realmente manda en dicha cartera que por cierto, deja mucho que desear en sus resultados.
Además, no hay que olvidarse de uno de los bodrios más grandes que han existido, con la creación de la mal llamada Secretaría de Igualdad Sustantiva, adónde no hay logros en lo absoluto, sino que desde dentro y entre las mismas mujeres, no han hecho otra cosa más que canibalizarse a sí mismas, pues son sobrados los ejemplos de abusos de mujeres hacia otras mujeres, como en su tiempo lo documentó la mismísima Edurne Ochoa.
Y finalmente, el caso más sonado hoy en día por la relevancia del mismo, al ser Alcaldesa de uno de los municipios más relevantes de Puebla, el de Paola Sweet Heart Angón que, con el cinismo más infame, ha defendido con garras y dientes a su amor a costa y en detrimento del mismísimo pueblo al que le juró servir.
Porque no hay que olvidar que, al principio de su administración, su pareja sentimental, ocupaba una de las posiciones más importantes en la estructura del Ayuntamiento, así como familiares de este.
Siendo aquél, con quien había que sentarse a discutir los temas más relevantes de la administración y cómo no, también, los proyectos que implicaran cualquier tipo de negocio. Y pese a ya no estar formalmente dentro de la estructura municipal, sí sigue siendo quien mueve los hilos y basta ver el lenguaje corporal con el que la propia alcaldesa presume su amor en las redes sociales…enganchada a él, siempre detrás, demostrando no solo sumisión, sino un apasionamiento extremo de su parte.
Y es que, el susodicho podrá no ser un rorro, ni tener abs de infarto, ni mucho menos podría decirse que es el colágeno de la Alcaldesa Angón, porque el señor ya hace deporte en la liga de veteranos, pero de que la trae muerta de amor, no hay duda alguna.
De pena ajena, que las mujeres no solo no demuestran cambio alguno para bien en la manera de gobernar, sino que al final, ni siquiera lo hacen y no porque el patriarcado les oprima, sino porque son víctimas de sus propias pasiones.
Paola Angón, Claudia Rivera y muchas más, darían por sí solas, para horas y horas de entretenimiento, si esto se tratara de una telenovela dirigida por Juanito Osorio.
Lamentablemente, es la vida real y el estar subyugadas a sus emociones y latidos del corazón, es un lastre para sus gobernados.
Y es que, quien no se puede gobernarse a sí mismo, le será imposible gobernar a alguien más y ni que decir, de gobernar a un pueblo.
Diría un filósofo urbano: chinga y chinga que quieren y pueden y cuando llegan, se olvidan de gobernar, para dejarse ir como gordas en tobogán…por sus machos.
Finalmente, y para desgracia de las muchas mujeres capaces, estos ejemplos son lapidarios, porque no solo no dignifican el rol de la mujer en la vida pública, sino que le cierran el paso, a las mujeres valiosas que con trabajo y preparación, si merecen una oportunidad.
El peor enemigo de una mujer no es el patriarcado, no; son ellas mismas…
Nos vemos cuando nos leamos. @DiarioReporter