Por Alberto Pacheco
La mayoría de millennials, crecimos creyendo ciegamente en el viejo mantra del SI QUIERES Y LE CHINGAS, PUEDES, impulsado desde nuestros hogares, adónde nuestros padres, realizando trabajos en su mayoría poco satisfactorios, se ponían de ejemplo ante nosotros, de lo que no debíamos ser y por lo que debíamos entonces, esforzarnos, principalmente estudiando, para llegar más lejos que ellos y no pasar todo lo que nos contaban que ellos sí pasaron.
Crecimos esperanzados en que tener un título universitario era la llave casi maestra de una vida digna, que nos permitiría acceder a un mayor nivel de comodidad tanto individual, posteriormente en pareja y finalmente, para nuestros hijos, en familia.
Y es que los MILLENNNIALS, fuimos la última generación que deseaba cumplir el sueño de formar una familia tradicional y honrar los valores que eso representaba.
Crecimos de manera híbrida y las primeras grandes disrupciones si bien fueron sobresalientes, no fueron tan radicales: el teléfono celular, la estandarización del uso de las computadoras y la llegada del internet cada vez más veloz, marcaban caminos a los que íbamos adaptándonos de manera incluso cómoda.
La globalización nos conectaba y nos proveía de ilusiones más que de temores.
No obstante, esa ilusión de un futuro claro y promisorio, se convirtió gradualmente en un sueño borroso en medio de una realidad profundamente oscura, una realidad que no para de empeorar y que ha puesto a la gran mayoría de MILLENNIALS, en una situación de franca respiración artificial, pues es mediante la deuda, como la gran mayoría de millennials, vivimos.
Y encima, ser millennial y mexicano, nos la pone mucho peor:
México es uno de los países más desiguales del mundo, con una de las mayores asimetrías sociales, adónde 8 de cada 10 mexicanos que nacen pobres, se mueren aún más pobres y 2, igual o ligeramente mejor.
Somos un país que está entre los que más billonarios tienen, pero absolutamente todos, son el producto de transferencias de familia (herencias) y contubernios políticos, no tenemos a un solo billonario que haya sido producto de la meritocracia y muy probablemente, jamás lo tendremos.
El poder adquisitivo de los salarios es hasta un 75% menor al de nuestros padres y un 40% menor que el de la generación inmediatamente anterior, o sea, la generación X.
La escalada tecnológica sin precedentes, ha generado un clima de competencia brutal para acceder a empleos medianamente buenos, adónde los empleadores, por un lado, exigen una altísima especialización, pero por el otro, solicitan (por favor y a fuerza) que seamos multitarea y lo disfrazan de “compromiso”, el clásico PONTE LA CAMISETA.
Y por si esto no fuera ya bastante, de acuerdo a un estudio realizado por la consultora financiera MERCER, la generación de millennials mexicanos, es ya, “LA GENERACIÓN MUERTA” (ECONÓMICAMENTE), pues la terrible situación que se vive en México, nos ha llevado a ser la generación más endeudada.
Casi 70% de los millennials están endeudados y la mayoría, ni siquiera tienen un plan de cómo enfrentar sus deudas.
La deuda promedio de los millennials mexicanos es de 13 mil dólares, lo que representa, más del 50% de sus ingresos anuales.
Los préstamos personales, deudas por tarjetas y los créditos para adquirir vehículos, son las principales fuentes de endeudamiento.
Otro factor de la creciente deuda de los millennials, es el costo de la educación universitaria, pues de acuerdo a datos de la SEP, esta ha aumentado en más del 40% los últimos 10 años.
Por otro lado, fueron los millennials los más afectados por la pandemia, porque fue el grupo social que más despidos y recortes salariales sufrió, por lo que para muchísimos de ellos ha resultado imposible cubrir adecuadamente sus deudas o en definitiva, ya no cubrirlas en lo absoluto.
De acuerdo al CONEVAL, de los más de 5 millones de nuevos pobres que generó la crisis por el covid19, el 75% fueron millennials.
También, las altas tasas de interés y la contracción económica, les ha hecho mucho más difícil acceder al financiamiento productivo, es decir, recursos para emprender, ampliar o desarrollar proyectos.
Más del 65% de millennials no tendrán casa propia, al menos no, antes de los 50 años y sus planes de retiro son alarmantes e incluso, inexistentes.
El deseo de formar una familia ha ido de manera gradual, convirtiéndose en el conformismo de llenar la necesidad biológica de ser padre o madre con una mascota a la cual querer y tratar como a los hijos que ya se resignaron en no tener, más por falta de posibilidades, que por el legítimo deseo de no tenerlos, aunque algunos, al menos se han convertido en excelentes tías y tíos.
Y es que al final, en México, las oportunidades no son para quienes más trabajan o se preparan (como nos lo contaron nuestros padres); son para quienes heredan más riqueza o más contacto tienen con esta, pues tienen la oportunidad de pagar por una mejor educación, iniciar un negocio o crecer el que ya tienen y poseer contactos de poder.
Mientras el Estado estimula tácitamente este sistema, pues siendo la educación el único y mayor igualador social, es lo menos relevante…Con traerles a PESO PLUMA, los políticos creen que ya hicieron todo por los jóvenes y los no tan jóvenes como nosotros, los eternos románticos creyentes de la meritocracia, llamados MILLENNIALS
Millennials, pobres millennials…literal. @DiarioReporter