Por: Jesús Ramos
Este día la BUAP elige rectora, el voto electrónico será su herramienta tecnológica para evitar contagios de Covid-19, es lo que dicen las autoridades universitarias, algo que no encaja del todo si se toma en cuenta que el 6 de junio millones de mexicanos fuimos a las urnas en medio de esta maldita pandemia y el ejercicio democrático fue bastante bueno.
El éxito estuvo en el cumplimiento de los protocolos y en la enorme responsabilidad cívica mostrada por los votantes.
Lo que tiene la BUAP por organismo electoral carece de la confianza debida. Incluso, ha hecho fama de fingir su democracia en los procesos de renovación de unidades académicas y de rector.
Es de dominio público que lo suyo es un montaje.
Las mañas del PRI, PAN, PRD y Morena le han quedado cortas a los grupos que controlan la universidad. Enrique Doger, Enrique Agüera y el mismo Alfonso Esparza emergieron en modalidad impositiva.
Nada fue diferente esta vez, todo el proceso de relevo de Alfonso Esparza fue desaseado, inequitativo, disparejo, debe decirse. Nada cambió.
La maquinaria de gobierno universitaria fue tendenciosa, inclinó los activos humanos, materiales, organismos electorales y recursos financieros hacia el lado de Lilia Cedillo, aunque los mariachis de José Alfredo Jiménez se empeñen en callarlo.
Así fue el asunto.
La honorabilidad de Cedillo es un tema aparte, ella no es responsable de que hayan cargado la elección a su favor, en dado caso la responsabilidad sería de Esparza por ser quien dictó la línea para que así fuera.
Favorecer a alguien en una competencia provoca daños colaterales. Aquí el daño, por decirlo, fue para Guadalupe Grajales, por ser contrincante de Cedillo y del grupo dominante.
Se entiende que nadie la engañó cuando decidió participar en el proceso a sabiendas de cómo se las gastan en la universidad en las elecciones internas y lo qué son capaces de hacer para imponer a su antojo.
Ricardo Paredes Solorio es la otra parte afectada. Carezco de los elementos necesarios para afirmar o negar si su propósito fue auténtico y leal, pero en toda democracia fingida o auténtica siempre es necesario el contrincante que legitima al vencedor.
Grajales como Solorio jamás tuvieron la enorme exposición mediática que sí tuvo Cedillo, detalles inequitativos como ese, son demostrables de que el aparato universitario sí operó para una persona en particular en perjuicio del resto.