Por Carlos Clemente
Los Celestino son un cáncer en la Sierra Negra del estado de Puebla, representan opresión, lo más rancio de un sistema político que se niega a morir. Son caciques que han ejercido el poder a punta de pistola, siempre cobijados por gobiernos igual de corruptos y perversos.
Durante años el sistema ha brindado protección e impunidad a la familia de los Celestino, quienes han ostentado el control del ayuntamiento y han sometido a la población sin que nada ni nadie se los impida.
Por el contrario, los han encumbrado con cargos y posiciones para mantener sus privilegios políticos y económicos.
Araceli Celestino dejó la diputación federal y se convirtió el “legisladora” local bajo las siglas de la alianza del movimiento que no roba, no miente y no traiciona. ¡Pero qué tal abusa del poder!
Su corrupto desempeño no se entendería sin la protección del fallecido gobernador Barbosa y el nefasto de su primo Julio Huerta, ex secretario de Gobierno.
El mismo que usó como plataforma la estructura gubernamental para crear el espejismo de su aspiración a gobernador de Puebla y quien hoy no es más que un levantadedos en el Legislativo local.
¡Triste papelazo!
Este martes, Xóchitl, la viuda del activista y defensor de los derechos humanos de Coyomeapan, Sergio Cruz Nieto, asesinado cobardemente hace más de 90 días en la región de Tehuacán, exigió justicia.
Hace más de tres meses que la Fiscalía de Puebla se hace de la vista gorda, ha mandado al congelador la carpeta de investigación y a nada está de dar carpetazo al crimen del activista indígena.
¿No que primero los pobres?
Los tres menores de edad que hoy están en la orfandad jamás conocerán el significado de la palabra justicia.
Conocerán sí, lo que representa el cacicazgo de los Celestino, la impunidad de los Huerta y la estela de corrupción que heredó el barbosismo. @NR