Por Alberto Pacheco
Si bien, quienes suelen robar el foco de atención, son los Presidentes de una nación, los Gobernadores o los Alcaldes de urbes muy grandes, la realidad es que, desde el ámbito local es adónde es más relevante la labor de gestión e incentivación del desarrollo.
Son muchas voces alrededor del mundo, desde premios nobel de economía, hasta los teóricos de la gestión pública más prominentes que resaltan al AYUNTAMIENTO o MUNICIPALIDAD como el nivel de gobierno más importante y no solo por su cercanía a la población, sino por la amplitud de sus facultades para cimentar el desarrollo integral del conjunto de sus habitantes y, en suma, consolidar el crecimiento sostenido de regiones enteras y por supuesto, los países.
No obstante, en el caso de México, son los ayuntamientos, representados por los Alcaldes, el nivel de gobierno adónde más fechorías se cometen y adónde menos se castigan, pese a lo ordinario y cínico de sus métodos de corrupción, pasando desde el muy visible nepotismo, hasta la adjudicación presupuestaria desaseada y sin el menor recato para servirse a sí mismos.
Lo que al final, se traduce en la bajísima efectividad que tienen para enfrentar los grandes retos y problemáticas que padecen sus gobernados y encima, solo acentúan dichas circunstancias adversas.
Los alcaldes con sus debidas proporciones, son el equivalente a un CEO de una empresa muy importante, pues su desempeño o genera prosperidad o pobreza, salva vidas o las quita, resuelve problemas o los exacerba y la capacidad de enfrentarse con éxito a dichas circunstancias, depende 100% de ejercer un verdadero liderazgo desde dentro y hacia afuera de su administración.
Un Alcalde, debe ser capaz de plasmar una visión tan poderosa, que sea el motivo por el cual cada día, todos los integrantes de su equipo, se levanten motivados y decididos a lograrla.
Por supuesto, un Acalde debe tener la capacidad de integrar a un equipo multidisciplinario que, garantice tener las habilidades y conocimientos necesarios, de cada una de las áreas que integran la administración.
Por otro lado, el Alcalde debe estar preparado de tal manera, que comprenda, procese, analice y decida, basado en la información más confiable disponible, a fin de no caer en engaños que generen decisiones erróneas.
En resumen, un Alcalde sí debe saber mucho, de todo, por lo que debe estar en constante preparación y cuestionando absolutamente todo del porqué de las cosas; algo que por supuesto, no hacen y caen en pecados capitales de gestión realmente brutales.
IRA: la gran mayoría de alcaldes, no son capaces de gobernarse a sí mismos y encima, pretenden gobernar a otros, sus arranques poco razonables, las decisiones basadas más como se dice comúnmente, en la tripa, los ponen a merced de este pecado que los lleva a enemistarse con prácticamente todos, cono los que alguna vez departieron en la misma mesa.
LA GULA: tan pronto llegan al poder, desarrollan un apetito excesivo por el dinero mal habido, pierden el respeto por toda norma y por las formas, pierden los límites y ya no tienen llenadera para tragarse el presupuesto y de paso también, las esperanzas de los ciudadanos a los que prometieron servir. Paradójicamente, hasta en el aspecto de la gran mayoría se ve reflejado este pecado, pues de acuerdo a diversos estudios, hasta el 85% de los alcaldes y alcaldesas en México, padecen sobrepeso y obesidad.
LA SOBERBIA: más del 90% de Alcaldes en México, no tienen una preparación adecuada respecto del puesto, sin embargo, sienten que, por el simple hecho de ostentar la posición, son superiores y, en consecuencia, lejos de permitir la retroalimentación y/o asesoramiento experto; lo desdeñan, lo ven con hostilidad y se refugian en la zalamería y mentiras de quienes hasta las pifias más garrafales les celebran y en consecuencia, el desastre es solo una causa natural.
LA LUJURÍA: tan pronto se asumen en el poder, alcaldes y alcaldesas por igual, desarrollan un aire de grandeza que los lleva de ser previamente Shreks y Fionas, a príncipes y princesas, a ser pretendidos por personajes que antes, ni la mirada les regalaban, a pasar del “está espantoso” al “pero qué guapo mi presidente”, del “che vieja fea” al “pero que mamacita está usted mi presidenta”. Pasan del ni quien los pele al TODAS Y TODOS MÍOS. O acaso ¿no todos conocemos esas historias de amor y desamor a diestra y siniestra de nuestros personajes? Presidentas cuerneando a sus esposos y presidentes acostándose con medio ayuntamiento…Alcaldesas y alcaldes más preocupados por sus “amorcitos” que por el bienestar del pueblo.
LA PEREZA: incautos de su propia ignorancia y soberbia, son incapaces de verificar lo que sus zalameros les dictan a través de las mentiras, porque sencillamente, la pereza los gobierna, y toman decisiones desde la misma.
LA AVARICIA: desarrollan un deseo desmedido por poseerlo todo, tangibles e intangibles y en ese afán, pierden la conciencia de lo que eran y para lo que fueron elegidos.
LA ENVIDIA: tan pronto y sienten el poder recorrer sus amorfos cuerpos (ya que el 85% de alcaldes y alcaldesas son obesos) se contagian del síndrome del espejo de la bruja “espejito espejito, dime quién es el más chingón o la más bella de mi municipio” y si al espejito se le ocurre decir cualquier otra cosa que no sean ellos, no escatiman en destruir todo a su paso…
Los invito a que hagan un ejercicio de memoria y encuentren a un solo Alcalde o Alcaldesa que no haya caído en todos o la mayoría de estos 7 pecados…
Nos vemos cuando nos leamos. @DiarioReporter