Por Raúl Hermosillo Carmona
Si votaste por López Obrador en el 2018 y al ver el tamaño del fiasco que ha sido la 4T ya te arrepentiste, te felicito. No cualquiera es capaz de aceptar que se equivocó. Reconocerlo demuestra inteligencia y carácter. Pero si eres de los que votó por este farsante y con tal de no quedar mal contigo mismo, o con tus cuates y familiares, sigues aferrándote a sus otros datos y a la realidad alterna que te cuenta todas las mañanas, tengo la obligación cívica y política de hacerte ver que tu cobardía y complicidad nos están llevando al baile a todos.
Por si no lo sabes, o no lo quieres aceptar, te recuerdo que una “democracia iliberal” como a la que aspira la 4T, se sostiene, al menos, en cinco grandes pilares:
1. Una alianza con las organizaciones armadas (legales e ilegales), por eso López Obrador no tuvo empacho en romper su promesa de campaña de regresar al ejército a los cuarteles, aunque como opositor haya criticado hasta el cansancio el uso del instituto armado en tareas de seguridad pública. Pero no solo eso: en estos cuatro años ha ido más allá al otorgarle al Ejército jugosos negocios y tareas de carácter civil que le confieren un poder económico y político al que difícilmente estarán dispuestos a renunciar cuando se acabe esta aventura populista.
Pero lo más grave es que, al mismo tiempo, le ha ofrecido a la delincuencia organizada un pacto de no agresión a cambio de impunidad, utilizando a la Guardia Nacional como falso parapeto. El costo de esta locura ha sido muy alto. Durante este gobierno los cárteles criminales han adquirido más poder y legitimidad social, y han incrementado su capacidad operativa y de fuego. En contraparte, el Estado mexicano ha perdido soberanía frente al control criminal de territorios, mercados y procesos político-electorales.
2. Un marco legal a modo que justifique el encarcelamiento expedito de opositores, por eso López Obrador amplió el catálogo de delitos que ameritan prisión preventiva oficiosa y se ha empecinado en que la Suprema Corte mantenga esta figura jurídica inconstitucional que contraviene los tratados internacionales. Lo que quiere es que los ministerios públicos y la fiscalía —que de independiente no tienen nada porque él la controla— tengan facultades para privar de la libertad a sus adversarios, prerrogativa que, en teoría, solo le deberían corresponder a los jueces.
3. El control de los órganos electorales, por eso el obradorismo se ha dedicado a atacar sistemáticamente al INE con la difusión de la mentira, repetida una y otra vez, de que el Instituto nos sale muy caro a los mexicanos y que no garantiza elecciones limpias. La propuesta de reforma electoral que está preparando busca controlar a los consejeros del INE y con ello, cancelar la independencia de este organismo que tantos años nos ha costado construir y que ha garantizado alternancia partidista y estabilidad política durante más de 25 años.
4. El apoyo de los grupos monopólicos, tanto empresariales como sindicales, por eso López Obrador echó para atrás las reformas estructurales —acordadas por todas las fuerzas políticas en 2013— que atentaban contra los intereses de las grandes empresas monopólicas y los grandes sindicatos. Hoy, sectores como el energético, telecomunicaciones, financiero y educativo, que deberían ser los principales motores del desarrollo y crecimiento del país, están de nueva cuenta bajo el control de la “mafia del poder” de siempre, cuya vocación ha sido extraer rentas del erario e impedir que se adopte realmente un modelo de libre competencia y un piso parejo para empresarios y trabajadores. La mejor prueba de que éste es un gobierno conservador al servicio de esos poderes fácticos es que nunca se planteó impulsar una verdadera reforma fiscal, progresiva y de gran calado, ni una reforma de pensiones sostenible y justa.
5. El uso del presupuesto con fines clientelares, por eso el obradorismo desmanteló todos los programas sociales y puso los recursos presupuestales de todos los mexicanos al servicio de la ampliación de sus clientelas políticas con el único objetivo de comprar votos para perpetuarse en el poder. Eso explica el pésimo manejo de la pandemia, el desabasto de medicamentos y la debacle del sector salud. Eso explica la tragedia del sector educativo y el abandono de la ciencia y la investigación. Eso explica la degradación del servicio público y el “austericidio”.
Pero en toda esta locura, hay un “pequeño” detalle que no ha salido conforme al plan. Gracias a la ineptitud del presidente y del equipo que lo acompaña, ya se acabaron la lana para seguir financiando el proyecto de “transformación”, es decir, para mantener a sus clientelas (pensiones, becas y gasolina barata). Todos los expertos coinciden en que, lo más probable, es que tengamos una crisis fiscal de fin de sexenio. Lo que significa que mucha gente va a darle la espalda a la 4T cuando deje de recibir los apoyos, y que la propaganda y las mentiras mañaneras ya no van a ser suficientes para mantener la farsa.
En este escenario, me temo que la reacción de este presidente va a ser muy violenta. Tan pronto como se comience a perfilar el posible triunfo electoral de un amplio bloque opositor hacia el 2024, no tengo duda de que incendiará al país antes que tener que aceptar una derrota electoral y vivir la vergüenza y la condena social de habernos llevado al precipicio. Total, si cree que tiene de su lado a los de las armas y a los del dinero, pensará que con movilizar a uno o dos millones de fanáticos será suficiente para desestabilizar al país y tener “pretexto” para eternizarse en el poder, al menos hasta que su salud se lo permita. Ojalá me equivoque. @DiarioReporter