Por Jesús Ramos
El Partido del Trabajo se envenena día a día del rencor de no haber recibido espacio alguno en las secretarías de este gobierno estatal. Su lideresa Liz Sánchez es cautelosa y nada dice públicamente, hace bien en tragarse los sapos sin hacerles gestos.
Son la comidilla, ella y el partido, en los cuchicheos de café de la casta política cuatroteísta enterada de ese enojo que en nada debe ser bueno para la salud física, mental y espiritual de cualquier persona.
Por seis años fueron suyas las secretarías del Bienestar y del Trabajo, felices estaban la ahora senadora y el cacique partidista Alberto Anaya por lo que Puebla les redituó. Sin merecerlo les convidaron dos rebanadas generosas de poder.
¿Merecía el PT el par de dependencias de gobierno siendo la quinta fuerza política del Estado? No evidentemente. En dado caso tendría mayores argumentos matemáticos el Partido Verde por situarse en la tercera posición con 266 mil sufragios en los comicios del 2024.
Si ampliamos el umbral del voto como factor de premiación, el PT tampoco merecía la senaduría que le cedió Morena por los 231 mil cruces de papeletas que aportó para que el partido guinda retuviera la gubernatura.
“Entre más tienes, más quieres”, ilustra lindo una de nuestras máximas populares. La ambición no es nociva si de superación se trata. Sin embargo, para obtener beneficios deben ganarse los méritos y el instituto del oligarca Anaya carece de ellos.
Elementos de prueba son complejos, pero si en la negociación de espacios políticos el PT cambió a Morena las dos secretarías de gobierno por la senaduría, lo que tendría que hacer la 4T sería recordar lo leonino del trueque para amainar las aguas y volverse a querer bonito.
El rencor envenena el alma, deteriora la salud, distrae de metas y propósito a quién en su corazón lo alberga como braza ardiente. Lo terrible de fingir en política es tragarse las mentadas de madre y añadirle carita de alegría. @noticiasreportero