Por Alberto Pacheco
México ha sido siempre un país de contrastes: naturales, culturales y, sobre todo, sociales. Un país adónde muy pocos tienen todo y la mayoría nada; una situación que se había normalizado a tal punto, que hubo un partido que monopolizó el poder por más de 70 años manteniendo ese estatus quo.
Por supuesto, no contábamos con el tráfico y alcance de la información como lo tenemos hoy en día, el crimen organizado, si bien siempre ha estado presente, no tenía el poder de metástasis que tiene hoy, capaz de cooptar no solo a funcionarios públicos, sino que ahora, se ha convertido en el monopolio más efectivo que existe en México.
Monopoliza el manejo de la precariedad, prometiendo oportunidades a quienes jamás el Estado se ha preocupado por proveérselas, ha hecho que gente que vivía con lo mínimo para sobrevivir, ahora sean señores de grandes fortunas, respeto y admiración.
Le ha dado a miles y miles de jóvenes que el Estado dio por perdidos, una oportunidad, no solo de sentirse útiles, sino de darles un sentido a sus vidas que, si bien es insensato, les provee motivos para levantarse día a día y poner sus vidas en riesgo en cada paso. Porque más vale morir como cabrón, que como pobre y pendejo.
Lamentablemente, el crimen organizado, ha venido a empoderar a quienes el Estado debió haberlo hecho desde hace muchos años, no con dispendios, ni programas clientelares, sino con educación de calidad, con la democratización del acceso a las fuentes de riqueza, adonde la movilidad social sea una realidad y no la quimera discursiva de todos los políticos.
Y nada cambiará por más fotos que los políticos se tomen en el lugar de las tragedias, ni por más tuitazos o declaraciones cargadas de nostalgia que se emancipen de sus largas lenguas, porque lo que sucedió recientemente en San Pablo Xochimehuacán o hace casi 2 años en Tlahuelilpan Hidalgo, son acontecimientos previsibles, de los cuales, casi en su totalidad, las autoridades están plenamente informadas, sin embargo, por complicidad o estupidez, dejan pasar por alto, hasta que la tragedia ocurre y no se puede ocultar más.
El discurso del combate al robo de hidrocarburos es mera palabrería, porque si realmente el gobierno, quisiera acabar con ese flagelo o al menos controlarlo de tal manera que, no se volvieran a repetir acontecimientos como la reciente explosión, es hasta sencillo.
¿Acaso nuestros brillantes funcionarios, no conocen o nadie les ha propuesto sistemas tecnológicos que hoy con relativa facilidad pueden contener y eventual y progresivamente acabar con el famoso huachicoleo o huachigaseo?
Seguramente que conocen tales sistemas, pero no se trata de eso, sino de algo mucho más tenebroso, el sistema económico que se desprende de dicha actividad, adónde cobran desde los más altos funcionarios, hasta e humilde campesino que por favor y a fuerza, debe hacerse de la vista gorda, sin olvidar a los halconcitos o a las madres de familia, que, con tal de llevar los alimentos a la mesa, se convierten en escudos humanos que salvaguardan la integridad de sus capos héroes.
Por eso y muchas cosas más, el huachicol y el huachigas no se acabará jamás o por lo menos no, durante lo que a muchos nos reste de vida, porque mientras el Estado no sea capaz de proveer el nivel de oportunidad que sí da el crimen organizado, seguirá habiendo más jóvenes dispuestos a matar y morir, muchas familias dispuestas a correr el riesgo de una explosión si de ello depende que tengan garantizado el alimento.
Porque mientras el Estado no pueda generar un entorno adónde los jóvenes accedan a la habilitación técnica adecuada y en consecuencia a empleos de calidad, será el crimen organizado quien siga usurpando dicha función.
Mientras el Estado siga siendo propiedad privada de las mismas estirpes que se reciclan una y otra vez, monopolizando los compadrazgos beneficios, nada cambiará y será solo cuestión de tiempo, para volver a saber de otra tragedia igual o peor, y por supuesto, escucharemos la misma letanía de las autoridades, comprometiéndose a combatir y revertir dicha situación.
Y es que duele y mucho, ver como las autoridades romantizan la tragedia, más preocupados por repartir caridad, en lugar de comprometerse a crear sosteniblemente riqueza incluyente, porque para nuestro gobierno, todo es lo inmediatamente rentable, el aplauso rápido, el flash para los egos, la foto de los políticos erigiendo la pala y el pico disque solidarizando, y todo eso, solo para el anecdotario…porque al final, que nada cambie, porque nadie de ellos, realmente cambia.
Reflexionemos.
Nos vemos cuando nos leamos. @DiarioReport