Por: Jesús Ramos
Si Abelardo Cuellar cree en la suerte tendría que comenzar a entender que se le está agotando al frente de la Secretaría del Trabajo y darse por enterado que un integrante del grupo en el Poder enredado en la telaraña del fracaso político se frota las manos por ocupar su sitio.
A Biestro no le ha ido nada bien el último par de años, es bien sabido. O, mejor dicho, la ha pasado terrible después de gastar millones de pesos y recursos de programas sociales en la construcción de su proyecto fallido.
Otro en sus zapatos se mudaría a Tombuctú a llorar su vergüenza o al Himalaya a reencontrarse consigo mismo, sin embargo, ha mostrado carácter de sobra y tanque lleno de resiliencia.
Sacar a Cuellar de su sitio de labor para colocar a Biestro ahí es una muestra enorme de amor y confianza de aquel que tiene ideado exhibirlo de nueva cuenta en los aparadores.
Eso es afecto puro. Es jamás perderle la fe. Saber que pese a su fracaso merece un espacio a la diestra del Señor. Pocos lo saben, pero él ha estado presente en los festejos íntimos de la familia tehuacanera. Le quieren, y bien.
Su proyección política para extender con él el sexenio falló de la peor forma. Por dinero no paró el asunto. Paró porque los astros no se le alinearon y por no ser un producto político vendible, lo que a estas alturas debe tener claro su protector y padrino.
Le faltó ángel. Esa simpatía natural que le gusta a la gente. Esa chispa divina que despierta la confianza y que agrada.
A Biestro ya lo besó el diablo. Y como dice la canción, lo que no fue no será. Una diputación quizá le obsequie el destino futuro, una cosa menor que tal vez no le conforte después de saber que lo tuvo todo y que no pudo o no supo qué hacer con tanta energía.
Cuellar es un representante auténtico de la 4T. A decir verdad, el último del gabinete estatal que ha sobrevivido a los estados de ánimo de un gobernante difícil de lidiar.
Su mosca en la sopa son sus conflictos de intereses. Es secretario del Trabajo del gobierno estatal y al mismo tiempo elabora laudos para defender trabajadores que fueron despedidos por sus patrones.
Gana un sueldo como juez y gana dinero como defensor de los despedidos. Su salida ya ha sido cantada, varias veces, pero en todas, la suerte le ha alcanzado para sortear la adversidad. Esta vez, parece que no. @DiarioReport