Por: Jesús Ramos
Son varios los que infieren que Barbosa y Eduardo Rivera rompieron lanzas, que ya no son amigos. Pero eso no es cierto, al menos no todavía. Lo que sí existe es un fuerte enojo del alcalde por sentirse utilizado con el DAP.
A él lo aventó el mandatario como punta de lanza en la iniciativa para cobrar generalizadamente el alumbrado público en el estado poblano. Después, lo dejó colgado de la brocha mientras el Congreso autorizaba el DAP para 144 ayuntamientos menos el suyo.
De hecho la controversia constitucional promovida por el edil angelopolitano contra el Legislativo y el Ejecutivo encuentra sentido en el abandono político de que fue objeto. Digamos que se trata de una especie de venganza.
Ahora bien, de ahí a que ya sean enemigos declarados dista un buen trecho, el necesario para que Lalo medite y calcule ese distanciamiento con precisión excelsa, aplicando dos variantes.
La primera de ellas se asocia a la idea de que Barbosa lo utilizará como moneda de cambio o simplemente como pieza de su tablero político para el 2024, en esa situación, su futuro político dependerá enteramente del gobernador.
El asunto aquí, es que Barbosa le ha demostrado ser de sobra explosivo y capaz de tomar decisiones que rebasan la frontera de lo inconcebible y en una de esas termina desechándolo como ya ha ocurrido con otros aliados suyos.
La segunda variante es más consistente y podría ser la que mejor le ajuste. Si opta por romper, de a de veras, con el mandatario sería para aliarse con los yunques empresariales, políticos y universitarios.
Esos empresarios que no regalan metralletas al estado ni un chaleco balizado. Esos políticos panistas, que exigen la devolución de la UDLAP a los estudiantes. Y esos universitarios, que tienen cuentas pendientes con el gobernador.
Para ellos, él representa la carta más fuerte a la gubernatura, su futuro político no quedaría a merced de un enemigo del PAN y del Yunque, con el añadido, de que competiría con la certeza de no ser engañado o timado a la hora buena.
El vínculo que une a la fecha a Lalo y a Barbosa es bastante fuerte, pasa por los recovecos de lo familiar, pero también por la autopista de la complicidad de aquella elección de junio donde el respaldo del Ejecutivo fue determinante para que el PAN se adjudicara la ciudad de Puebla.
Por supuesto que no, ellos todavía no rompen querencias, sin embargo, es decisión de Lalo Rivera inclinarse del lado de sus hermanos yunques, en sus tiempos y sus formas, o resignarse a que Barbosa decida qué hace con él en el 2024, igual y lo hace perder. @DiarioReporter