Por Alberto Pacheco
Hoy en día, vivimos bajo una polarización social, ideológica y política sin precedentes, estimulada por la facilidad de intercomunicación que tenemos los seres humanos a través del internet, los dispositivos móviles y las redes sociales.
Estas últimas, le han brindado a millones de personas, la posibilidad de expresar sus ideas, opiniones y criterios, basados en la razón o no, pero al fin, la libertad de expresarse y en muchos casos, solo estimulando confrontaciones intestinas de temas que desconocen, pero que, por el simple hecho de hacerlo desde la comodidad de un dispositivo, les nace esa imperiosa necesidad de ser parte del debate.
Y en consecuencia, hemos olvidado que no nacemos de izquierda o derecha, que no nacemos machistas, hembristas, o feministas, tampoco chairos o fifís, nacemos humanos, pero la constante fricción por adherirnos a distintos grupos ideológicos, más por moda que por convicciones reales, hoy, nos tienen confrontados y lo peor de todo, que es solo en beneficio de una élite que tristemente, tras bambalinas, cohabitan sin distinciones, probablemente, riéndose de los que desde abajo, nos peleamos un día sí y al otro también.
Por lo tanto, el día de hoy, me gustaría hacer una serie de reflexiones basadas en la corriente filosófica, muy probablemente, más influyente de la historia: la escuela estoica.
El estoicismo fue una escuela filosófica griega y romana fundada por Xenón en el 335 antes de Cristo, entre los estoicos romanos destaca Epicteto y Seneca, además de Marco Aurelio el emperador.
El estoicismo influyó en el cristianismo y también en el humanismo renacentista, el protestantismo, el existencialismo y la terapia cognitivo conductual, entre muchas otras, siendo su concepción ética básica, que el bien no está en los objetos externos, sino en el dominio de uno mismo, puesto que la mayor parte de las cosas que nos afectan, no tienen que ver con lo que nos sucede, sino con la manera en que evaluamos lo que nos sucede y cómo reaccionamos ante ello.
Epicteto diferenciaba claramente lo que depende de nosotros y lo que no. Depende de nosotros lo que pensamos, lo que hacemos, nuestras opiniones, deseos y rechazos
Y no depende de nosotros: lo que hacen los demás, nuestros cuerpos y nuestra reputación.
Por lo tanto, la sabiduría del estoicismo, nos da la pauta para entender las correlaciones entre los distintos factores que determinan la configuración de nuestra realidad y de saber entonces, qué hacer ante lo que nos mantiene insatisfechos.
Nos pasamos la vida, quejándonos de la corrupción que atenta contra nuestro bienestar, de los políticos saqueadores, de la falta de oportunidades etc. Pero acaso nos preguntamos ¿Qué está en nuestras manos para cambiar dicha situación?
Lo que está en nuestras manos:
Informarnos, desarrollar criterios y opiniones basados en la razón, discernir el bien esperado del mal rechazado y en consecuencia, decidir.
Decidir utilizar nuestro derecho elemental de votar, de elegir el tipo de configuración política que deseamos y no del que otros siguen como ovejas, por el simple hecho de seguir a los de adelante.
Está en nuestras manos, la fraternidad, la tolerancia y la empatía.
Está en nuestras manos dejar de utilizar la polarización para crear realidades que son solo adversas y acogernos de la comunión que genera entornos de bienestar.
Porque tal y como también el budismo dice: si la adversidad tiene remedio, ¿Qué ganamos con la desesperación? Y si nada puede hacerse ¿Qué ganamos con la confrontación?
Epicteto decía “cuídate de no actuar como las bestias salvajes, pues actuamos así cuando combatimos con ira y egoísmo” y es precisamente lo que hoy nos distingue, en especial, en la convivencia digital que se da a través de las redes sociales, adónde se libra una batalla sin cuartel, por el dominio de la agenda pública, por el afán de imponer nuestros argumentos, por encima de quien sea y al costo que sea.
Para los estoicos, el mal era sinónimo de ignorancia, tal como Cristo decía: “Perdónalos Señor, no saben lo que hacen”. Fiel reflejo de que hoy, incluso sin saber o conocer lo que aspiramos a defender, somos capaces de crearnos una guerra sin dimensionar los efectos que esta tiene sobre una sociedad.
Seneca recomendaba antes de dormir, sentarnos en un lugar tranquilo y escribir lo que hicimos mal y después, qué pudiste haber hecho de otra manera.
¿Qué hicimos mal? Es sencillo, elegir a los mismos de siempre, esperando resultados distintos, confrontarnos sin anteponer la empatía, victimizarnos por el resultado de nuestras propias decisiones etc.
¿Qué podemos hacer de otra manera? Aún más sencillo, desterrar politiquillos sin violencia ni confrontaciones, tan solo, informarnos, discernir y servirnos a votar de manera apropiada, porque ningún político es eterno, es más, puede ser tan breve, proporcionalmente a nuestro grado de conciencia y buscar lo mejor, no, lo más acostumbrado y por supuesto, responsabilizarnos y asumir la cuota que nos corresponde para generar cambios positivos.
El conocimiento como virtud nos lleva a elegir correctamente, a dominar los deseos inadecuados y las emociones inoportunas
Larga es la vida si la sabemos aprovechar.
No vivir meramente imitando lo que hacen los demás.
Dependiendo del mañana, se pierde el hoy… @DiarioReporter