Por Raúl Hermosillo Carmona
La semana pasada Morena y sus aliados aprobaron, vía fast track, un decreto para modificar la ley de revocación de mandato que ellos mismos impusieron hace apenas unos meses.
El objetivo del decretazo fue permitir que los funcionarios públicos, léase el presidente y gobernadores de morena, pudieran seguir violando la ley haciendo propaganda para promover el voto en la consulta de revocación de mandato que se celebrará el 10 de abril.
¿Por qué tanta desesperación? ¿Qué no se supone que la gran mayoría de los mexicanos apoya al presidente? ¿Qué no se supone que todo marcha muy bien con este gobierno? La realidad es que no. En los últimos dos meses su aprobación ha venido a la baja. De acuerdo con la encuesta de encuestas de oraculus.com, de diciembre a febrero la caída ha sido de 8 puntos al pasar de 66% a 58%, con una clara tendencia a la baja.
Además, la lucha descarnada por la sucesión al interior de la 4T ya comienza a complicarle el escenario al presidente. A la guerra entre el fiscal Gertz Manero y el exconsejero jurídico Julio Scherer cada semana se suma algún otro conflicto o escándalo que, de una u otra forma, repercute en el proceso de sucesión. El enfrentamiento con el Parlamento Europeo terminó afectando al canciller Ebrard y la suspensión temporal de la alcaldesa Sandra Cuevas es un claro golpe al senador Monreal.
A esto hay que sumar otro factor potencialmente desestabilizador: en los próximos meses habrá elecciones en 6 estados y se discutirá la contrareforma eléctrica y la reforma electoral. El presidente ya se dio cuenta de que, si la consulta de revocación resulta ser un fracaso, el efecto dominó podría ser devastador para la 4T.
Adicionalmente, estamos en medio de una profunda crisis económica que amenaza con prolongarse producto del pésimo manejo de la economía durante la pandemia, ahora agravada por la guerra y el mal manejo de Pemex.
Todos los expertos coinciden en que el gobierno comete un grave error al eliminar el impuesto al precio de los combustibles, el famoso IEPS, con tal de evitar un gasolinazo. Al optar por no cobrar ese impuesto, dejará de percibir alrededor de 300 mil millones de pesos este año. Lo que significará un ajuste brutal al gasto público, seguramente en detrimento de varios programas sociales. Hace unos días cancelaron el de escuelas de tiempo completo, por ejemplo.
Y por si todo esto fuera poco, a este escenario catastrófico hay que sumar la espiral de violencia incontenible que se vive en todo el país, la debacle de las obras emblemáticas que amenazan con terminar muy mal, así como las presiones de Estados Unidos ante la postura tibia del gobierno mexicano ante la invasión rusa, y la condena del Parlamento Europeo al discurso populista del presidente contra la prensa y la democracia.
Por todo esto tuvieron que dar un albazo e imponer un decreto inconstitucional para seguir haciendo propaganda sobre la consulta. Por eso el descaro de Morena de infundir miedo amenazando con suspender programas sociales o vacunas a quienes no vayan a votar. Por eso las provocaciones del presidente todas las mañanas, retando a sus opositores a que vayan a votar y expresen en las urnas su enojo este 10 de abril. Total, si no puedes con tu enemigo, confúndelo.
Lo importante para la 4T no es si votan a favor o en contra, sino que vaya mucha gente. Porque solo así podrán seguir sosteniendo el cuento de que “el pueblo” quiere que siga, y solo así tendrán oxígeno para llevar adelante su agenda.
En cambio, si va poca gente, el mensaje será devastador para la 4T. Significará que ni siquiera sus propios simpatizantes cayeron en la trampa. Significará el ocaso del liderazgo del peje y de su discurso populista.
En pocas palabras: si no logran una suficiente movilización de simpatizantes el día de la consulta (algunos han hablado de al menos 10 millones de participantes), veremos la implosión anticipada y el desmoronamiento del obradorismo. Por eso, no es exagerado afirmar que el 10 de abril, la 4T se juega su resto. @DiarioReporter