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El Vaticano enfrenta una de las crisis financieras más graves de su historia reciente, al cierre de 2024, el déficit operativo alcanzó los 83 millones de euros, una cifra que ha ido en aumento en los últimos años debido a la disminución de donaciones de los fieles y al incremento de los costos operativos.
El Papa Francisco, durante su pontificado, implementó diversas reformas para sanear las finanzas vaticanas. Entre ellas, destacó la creación de la Secretaría de Economía en 2014, con el objetivo de centralizar y auditar las finanzas de la Santa Sede.
Ordenó que todas las entidades vaticanas transfirieran sus activos al Instituto para las Obras de Religión (IOR) para mejorar la supervisión y evitar escándalos financieros.
A pesar de estos esfuerzos, el déficit acumulado del Vaticano se estima en 444 millones de euros, y se proyecta que podría aumentar en los próximos años si no se toman medidas drásticas.
El nuevo Papa hereda este desafío financiero, que incluye la necesidad de revisar el uso de los vastos recursos inmobiliarios del Vaticano y garantizar la sostenibilidad económica de la Santa Sede.
En resumen, el Vaticano enfrenta una situación económica crítica que requerirá de decisiones estratégicas y reformas profundas para asegurar su estabilidad financiera en el futuro.