Por: Gianfranco Pizar
Mencionar, comentar y hablar de los últimos tres años del ayuntamiento de Puebla se convierte en polémica en cualquier mesa de café y buena charla. Hay algunos que piensan que simple y sencillamente el tiempo se detuvo. Dicen que no hubo más que una ausencia de poder materializada en un malestar general que terminó en una administración inoperante, sin desarrollo.
Otros más elucubran, acostumbrados a lo que consideraban el desarrollo de los gobiernos anteriores, que simple y sencillamente estos tres años fueron de un retroceso nefasto sin sentido y víctima del relumbrón de las administraciones antecesoras.
Actores directos de ese ayuntamiento, afirman que fueron víctimas de las circunstancias: que la pandemia, que la deuda, que los ataques de los opositores, que el desastre que dejaron los de antes, que la corrupción, que el clima atípico que ha azotado al municipio, en fin.
Eso sí, siempre afirmando que sus intenciones eran las mejores y que contribuyeron con elementos de lo que ellos denominan: “La democratización del ejercicio del poder” que, dicen los que saben, es uno de los principios fundamentales de esa cuatro T.
La verdad es que los posicionamientos son simples sentires subjetivos que dan cuenta y nota de la polarización que existe actualmente en la sociedad. Esa polarización ha devengado en que, otra vez, el poder haya cambiado de color y grupo político.
La mayoría dice sentir que es para bien, ya que peor no podemos estar. Declaraciones fuertes hacia un grupo político cuya ideología hacía pensar que acaparaba el sentir de las masas. ¡Ah ese tan ansiado cambio!
El problema real radica en que las expectativas otra vez son altas, con atenuantes dentro de la dinámica actual que antojan un futuro complicado, con actores protagonistas y otros más que no quieren serlo. Con una lucha de egos equiparables a cualquier concurso de belleza y lo más destacable es que futurean con un tal 24: “Incautos aquellos hombres que creen que el futuro es una mujer a la que cualquiera pueda seducir, sin darse cuenta que el juego y los jugadores están meramente determinados por un esquema perverso de designios del universo”.
Lo único que se podría predecir de ese futuro, es que se vislumbran tres años en que el tigre saldrá en la rifa y el afortunado ganador compartirá la jaula de desdicha, desilusión y señalamiento con tal animal feroz, que día y noche lo acosará, sacando lo peor de él.
Así que preparemos unas palomitas, sentémonos en nuestro sillón favorito y observemos con un ojo el gran espectáculo que nos espera durante los próximos años, mientras con el otro ojo, observemos aquel boleto de la suerte que con tanta ilusión compramos y pagamos con nuestro voto en este 2021.
Quién sabe. En una de esas y hasta re-integro tengamos en el 2024. “La vida se va en un abrir y cerrar de ojos”.
Buonasera.