Por Alberto Pacheco
Si bien, no es un término que se haya acuñado después de arduas investigaciones de científicos o expertos de la salud o la antropología social, me atrevo a nombrar de tal manera, al síndrome que padece una gran mayoría de jóvenes y jóvenes adultos (18 a 40 años).
Y es que, de acuerdo a las definiciones más aceptadas, síndrome se define como: el conjunto de síntomas que se presentan juntos y son característicos de una enfermedad o de un cuadro patológico determinado.
Por lo tanto, la desidia, la ignorancia funcional, la falta de motivación para socializar e interactuar en la vida real, la apatía por la cuestión pública, la falta de foco en la vida y ni se diga de la depresión y ansiedad que padece este grupo de edad, han generado un boquete social, político, económico, ambiental y en general, de todas las dimensiones que impactan en el desarrollo de nuestra sociedad y país.
Vamos por pasos, Zygmunt Bauman, uno de los mayores pensadores de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del presente, decía que pasamos de ser una sociedad que produce, a una que consume, pasamos de establecer relaciones a largo plazo a unas denominadas “relaciones líquidas” que son solo vínculos que duran lo que el agua tarda en escurrirse entre las manos, adonde cualquier persona ya sea amistad o pareja es reemplazable, prescindibles.
Pasamos a convertirnos de protagonistas de nuestras vidas, a meros espectadores de las vidas de otros (perdemos horas viendo los viajes, salidas y convivencias de otros), y a aislarnos en una soledad autoinflingida que, paradójicamente nos obsesiona volver pública.
Hoy, las tasas de rotación laboral se han incrementado de una forma sin precedentes, tan solo en EEUU de acuerdo a Oficina de Estadística Laboral, en noviembre pasado se rompieron todos los records al presentarse más de 4.5 millones de renuncias voluntarias, algo que no es muy diferente en México.
Probablemente en ambos casos, se cuestione la satisfacción laboral vinculada a la precariedad salarial, sin embargo, en un muy alto porcentaje no es esta la razón, sino que se debe a lo que Bauman señaló; ya nadie quiere tener vínculos sólidos con nadie ni con nada y el trabajo no es la excepción.
Los jóvenes y jóvenes adultos, viven con la constante frustración de no ser lo que creen que merecen ser, adónde la vieja escuela de “hacer carrera” ya no existe, adónde las jerarquías son vistas con desdén, el respeto por la trayectoria se resume a un mero “no me dejan expresarme creativamente”.
Encima, el bombardeo por ser tu propio jefe, otra cara del individualismo, ha creado la falsa idea, de que todos podemos crear nuestra propia empresa, sin darnos cuenta, que al final cuando la realidad nos aterriza, se vuelve otra loza que genera emociones depresivas y de ansiedad.
Hoy, tenemos una generación de jóvenes y jóvenes adultos que, llegando el viernes, prefieren ver Netflix mientras le dan like a la vida de otros, una generación de ciudadanos ignorantes por autodeterminación, que se informan en twitter o FB, sin siquiera validar las fuentes.
Tenemos a un grupo de jóvenes y jóvenes adultos que no tienen energía para socializar, sino solo para pasear mascotas que encima, han humanizado al grado de considerarlo “hijos”, quizá porque saben que el vínculo y responsabilidad hacia una mascota, es efímero y límitado comparado al de un hijo de verdad.
Tenemos a un grupo de jóvenes y jóvenes adultos que añoran una vida que estimule sus sentidos, pero que no se interesan en lo absoluto por las cuestiones públicas y políticas, ni mucho menos, por dar sentido a su propia existencia.
Tenemos a un grupo de jóvenes y jóvenes adultos que pelean por un México verde, pero solo desde las redes sociales, mientras consumen toneladas de plástico presumiendo su cafecito del Starbucks.
Tenemos a un grupo de jóvenes y jóvenes adultos que por supuesto, no son el futuro de México o por lo menos, no el futuro que esperamos, más bien, son la piedra que deberá cargar la productividad de otros.
Tenemos a una generación de ciudadanos, que pretenden cambiar a México a través de tuits y publicaciones desde sus “espacios seguros” sin nadie alrededor, encabronandose por todo y con todos a través del activismo digital, mientras los de siempre, esos que llaman dinosaurios, no solo siguen y seguirán controlando la vida de millones de personas, sino que también, definiendo el futuro de los que hoy… solo teclean.
Así es, tenemos a nuestra generación de ANCIANOS JUNIOR, paradójicamente, una generación joven, pero que no se mueve, que adolece, una generación que no construye, sino que vive de las rentas del pasado cada vez más y más escasas y los reclamos de un futuro que se niegan a crear.
Sí, la generación de LOS ANCIANOS JUNIOR…la generación que se cansó de vivir, sin reamente haberlo hecho.
Nos vemos cuando nos leamos. @DiarioReporter