Por: Jesús Ramos
Con Barbosa no vamos como quisiéramos y tampoco como él deseara. Es la verdad. Y ante la carencia de resultados, a lo que ha recurrido estos años es al reciclaje de obras emblemáticas del morenovallismo, como Ciudad Modelo, y a la reconversión de funcionarios y políticos como Salomón Céspedes, Estefan Chidiac, Fernando Morales, Mario Riestra, Carlos Navarro y Eduardo Rivera.
Atestiguamos una época morenovallista de excesos, deslumbramientos y frivolidades, es cierto. Pero, contra todo eso, Rafael colocó a Puebla en el epicentro de la fama y la distinción respecto al resto de los estados de la república.
Fueron años en los que de afuera hacia Puebla se hablaba para bien, aunque quienes lidiábamos con Moreno Valle entendíamos que lejos estaba de ser una linda persona, educada y sensible.
Eso mero era lo que queríamos. Que Barbosa bajara la palanca y generara una transformación humanista que distinguiera a Puebla no para producir más pobres, como ha ocurrido, sino para reducir la brecha de la desigualdad social, darnos la paz añorada y marcar así su buen estilo de gobierno.
Anhelábamos una transformación de proyectos tangibles, obra pública visible, poblanidad presumible. Sin embargo, somos una fábrica de reciclaje de lo que ya existía, entiéndase Ciudad Modelo, La Célula, Museo Barroco, Casa Puebla, Estrella de Puebla, Cola de Lagarto y los CIS.
Hasta lo ilegal de Rafael se está reciclando: el huachicol, la inseguridad, la corrupción, el control de los órganos independientes, la manipulación de los otros dos poderes y los abusos del Ejecutivo, especialmente con la prensa independiente.
Estamos en el punto exacto del reciclaje de obras y proyectos, pero también del reciclaje de políticos y servidores públicos, por la carencia de mentes brillantes en el desempeño del servicio público y la política. Y Barbosa quizá sea una de esas inteligencias destellantes, pero quienes le acompañan no han demostrado algo parecido con sus resultados.
Deseábamos una transformación que distinguiera al barbosismo por sus políticas públicas de enorme impacto a estudiantes, amas de casa, hombres del campo, profesionistas, académicos, obreros y comerciantes en todos los tamaños, y lo que tenemos es un retroceso en el tiempo.
En lo político no tuvo más alternativas que reciclar porque los suyos no aprendieron ni le crecieron, Biestro y Cotoñeto, por ejemplo. Por eso, recurrió a morenovallistas como Sergio Salomón, Mario Riestra y Carlos Navarro, a bartlistas como Jorge Estefan, a marinistas como Ricardo Velázquez, a melquiadistas como Fernando Morales y a panistas como Lalo Rivera Pérez.
En lo administrativo se vio forzado a reciclar las obras de Moreno Valle porque su gabinete nada extraordinario le ha dado para inaugurar ni para presumir. Como al inicio, sigue necesitando algo que le inscriba para bien en los anales de la historia.
Las comparaciones son horrorosas. Bartlett concentró dinero y acciones fundamentalmente en Puebla capital. Melquiades en el interior del estado. Marín en la construcción de carreteras. Rafael en la Angelópolis, periferia y en la entidad. Gali rubricó lo hecho por Moreno Valle. Y Barbosa nos tiene a la expectativa. @DiarioReporter