Por Raúl Hermosillo C.
En su afán por desmantelar el modelo “neoliberal”, el presidente ha generado un proceso de destrucción institucional de proporciones bíblicas. El problema es que al derrumbar todo lo “derrumbable”, no ha sido capaz de ofrecer una nueva institucionalidad que le permita ofrecer una mejor manera de hacer las cosas.
Este deseo “transformador” ha respondido más a una lógica selectiva y vengativa, que a un genuino deseo de justicia duradera. La cancelación del aeropuerto, las instancias infantiles, los contratos de medicamentos, los permisos de importación de combustibles, la generación de energías limpias, los apoyos a la ciencia, los fideicomisos, la compra de vacunas y tratamientos contra cáncer, el seguro popular y otros programas asistenciales, etc., han sido derrumbados a punta de machete.
Esta vocación demoledora es la esencia del obradorismo. No estamos ante alguien que obra para hacer, para construir o para edificar, sino que estamos ante un ente que obra para deshacer, es decir, que obra para desechar, para evacuar, para vaciar. Eso es el obradorismo y así será recordado siempre. Como una corriente que llevaba en el nombre su verdadera vocación, pero también su principal defecto: “transformar” para “desechar”, no para construir. Y ese terminará siendo su principal error histórico: no haber propuesto una alternativa mejor para hacer las cosas.
Mucha gente que al principio los apoyaba, ya se dio cuenta. Y ese malestar social se expresó en un rechazo electoral de la mayoría del electorado el pasado 6 de junio. Y como dice Gabriel Zaid, “cundirá el rechazo” y, tarde o temprano, será la cruda realidad la que le explote en la cara al presidente, a la 4T y al obradorismo. Lo cual es bueno. Lo malo es que, mientras esto ocurre, redoblarán su apuesta demoledora de cara al 2024.
Como no está en su ADN admitir el fracaso, primero quemarán todo, antes que aparecer como un “proyecto” que fracasó en su intento por “transformar” la realidad y “construir” un nuevo paraíso. Ante el monumental fiasco que estamos viendo buscarán culpables a como dé lugar y se ensañarán con ellos. De hecho, ya lo estamos viendo con los científicos, los intelectuales, los periodistas, la clase media, las universidades privadas, los que estudian en el extranjero, los expertos y técnicos, los empresarios, los emprendedores, los artistas, los médicos, los jueces y hasta los deportistas. Todos los que criticamos la demolición sin rumbo, seremos considerados como los culpables del fracaso del obradorismo.
Pero lo más grave será que, al ver que todo se les viene abajo, tratarán de quemar los barcos para que no haya vuelta atrás. Harán, ya no digamos hasta lo imposible, sino hasta lo impensable para conseguir una alianza con lo que queda del viejo PRI. Y si para ello tienen que vender su alma al diablo, lo harán. No tendrán ningún reparo ni consideración para utilizar de manera facciosa las instituciones del Estado, llámese Fiscalía, Unidad de Inteligencia Financiera, SAT, CNI, Presidencia (mañanera), etc., para obligar a este priísmo a “cooperar”, aprovechando que la gran mayoría tiene cola que le pisen.
Y cuando llegue el momento, usarán esa “alianza” para aprobar reformas a la ley inconstitucionales, presionando al mismo tiempo para que la Suprema Corte tarde lo más que se pueda en reaccionar. Si el obradorismo logra meter al redil a los ministros “amigos”, sus iniciativas de reforma podrían incluso prosperar, lo que sería indicativo de una captura abierta del Poder Judicial.
En esta lógica, es previsible que los primeros “barcos” a quemar sean el INE y el TEPJF, con lo cual entraríamos de lleno en la ruta de un intento abierto de desmantelamiento de la democracia. ¿Con qué afán? Ciertamente, no el de construir o edificar algo nuevo, no. Sino de demoler todo con tal de no quedar como una manga de ineptos soñadores y por lo menos pasar a la historia como el gran movimiento “destructor”, aunque el resultado haya sido desastroso.
Vienen tiempos difíciles. Y ante una oposición desarticulada y débil, será responsabilidad de los ciudadanos de a pie evitar que el obradorismo avance en su intento por convertir en desechos todo lo que toca con miras a allanar el camino hacia una regresión autoritaria.