Por Xavier Gutiérrez
A veces pareciera que en el país, en estos tiempos, hace mucha falta un marcatextos. Esos plumines para subrayar, para matizar, aquello esencial y no lo que se interpreta o deforma.
Sobre todo en los medios impresos, secundariamente en los comentarios de televisión o radio, se advierten deformaciones, tergiversaciones a gusto del autor. Del autor y de los intereses no siempre sanos que lo mueven, o de sus patrocinadores, tampoco confesos.
Abundan los exégetas y hacen falta llaneza, sencillez en los textos. Más sentido común y menos perversidad.
Un tema, por ejemplo, es el empleo del ejército. Cuando durante décadas, vox pópuli decía que “había que emplear en algo útil a los soldados, para que no estuvieran encerrados en los cuarteles, cuidando a políticos o en desfiles”, por fin viene un gobierno que escucha y atiende ese clamor.
Como consecuencia, hoy en día hay miles de elementos del ejército en tareas altamente productivas y razonablemente confiables. En eso están aproximadamente 90 mil elementos, de un total de 209 mil. El resto están destinados a tareas de vigilancia de instalaciones estratégicas y patrullaje.
Esta medida tiene, asimismo, un ángulo económico pocas veces observado: el ahorro de miles de millones de pesos, puesto que de no emplear a los soldados (ya en nómina desde tiempo atrás) en estas actividades, habría implicado contratar los servicios particulares, con una considerable sangría presupuestal.
A esto, algunas voces le han llamado militarización y puesto el grito en el cielo como si del infierno se tratara. O menos, como si tal acción fuera un signo de dictadura.
La militarización, en el concepto despectivo que todos conocemos, es elemento distintivo de las dictaduras. Hoy lo tenemos, evidente y negativo, en la vida de Venezuela y Nicaragua, por ejemplo.
Es signo de los gobiernos militares o disfrazados de civiles. Ahí donde el peso de los militares es absoluto para controlar el orden, el orden impuesto no el derivado de la responsabilidad civil y la armonía popular.
Ahí donde las libertades se restringen o desaparecen, donde la disidencia se cancela y la oposición se persigue o reprime. Y la represión brutal es por vía del ejército, inequívocamente.
Cualquiera de estos indicadores no se ve en lo absoluto en nuestro país.
Al contrario, se multiplican abusos flagrantes, desafíos a la ley y al orden.
Eso sí hay, extralimitación y, a veces, tolerancia excesiva.
Mas no dictadura, y menos militar.
El gobierno federal, por otra parte, pareciera que actuó de este modo con respecto al uso del ejército, no tanto como una decisión planeada, sino casi como último recurso, frente al reto que representa la existencia de delincuencia organizada en diversas zonas del país, y sobre todo la capacidad de fuego que esta representa.
En este clima, lo que sí hace falta, urge, son resultados.
@DiarioReporter
Muy buen comentario Xavier, me da la impresión que tú tienes un ojo en el microscopio y el otro en el macroscópico, eso te da la oportunidad de ver lo minúsculo y encontrar su relación con lo superlativo. Te felicito Amigazo