Por Jesús Ramos
El Congreso del Estado es una enorme maquinaria política incapaz de conducirse sola. Funciona con sus 41 diputados y otros engranajes ajenos a él. Salvo pleitos internos de Morena se mantenía hasta hace poco como un Poder mediocre en su desempeño, estéril en cosas por destacar.
Tedioso era hablar de él porque nada de interés para la sociedad generaba, aunque los parlamentarios se esforzaran en lanzar iniciativas, puntos de acuerdo y exhortos a diestra y siniestra. Su simulación era inocultable.
Hablar bien o mal de algo o de alguien no siempre es tan malo en asuntos políticos, lo importante es que se hable y es justamente lo que ocurre hoy con el Legislativo poblano clavado en el escándalo por la Ley del Ciberacoso.
Como el Chapulín Colorado y su chipote chillón, atrapó sin querer queriendo la conversación mediática, política y de redes sociales, mejor habría sido que se hubiese apoderado de ella en positivo, sin embargo, en negativo también cuenta y debería apreciarlo.
Miradas inquisidoras locales, nacionales e internacionales están puestas sobre el Legislativo de Puebla, pendientes de si es flexible de derogar el artículo 480 del Código Penal del Estado y sus restricciones en cuanto a opiniones, críticas, libre expresión y derechos humanos, o si nada atiende y deja la Ley tal y como la aprobó.
Quienes votaron en contra nada tienen de qué preocuparse respecto al enjuiciamiento por censura, todo lo contrario, bastante consternados deberían estar aquellos que avalaron la medida porque la opinión pública podría no olvidarlo de aquí al 2027.
Estar a favor o contra la Ley del Ciberacoso es derecho que tienen los mexicanos en pensamiento y acción constitucional, mismo derecho que tienen los diputados de votar a favor o contra el pueblo entendidos que se equivocaron, pero salvaguardaron sus carreras políticas. Así funciona el Congreso y también se vale. @noticiasreportero