Por Alberto Pacheco
Este fin de semana, Eduardo Rivera, mejor conocido como El Acólito del Yunque o Puppy Lalo, no solo se destapó como aspirante a la gubernatura de Puebla, sino que se puso el traje de pueblo, ese que a los yunquistas les genera urticaria y, rebajó su discurso a ras de suelo, tratando de conectar con esa puebla y los poblanos, a los que les ha fallado una y otra vez…siempre prometiendo de más y entregando de mucho menos.
Veamos…
Eduardo Rivera no es un estadista, ni mucho menos un buen gobernante, ni siquiera a mediano llega y no se trata de juzgar algo desde la percepción o el sesgo que nuestras afinidades generan, sino desde la dureza de los datos duros.
De 2011 a 2014 que gobernó por primera vez Puebla, sus resultados en seguridad, desarrollo económico, social, combate a la pobreza, no lo dejaron nada bien parado.
Recibió a la capital en un “honroso” 16avo lugar de las ciudades más competitivas del país y la entregó en el lugar 23, desastrosos resultados que no eran consistentes con el avance que tenía el Estado en general; ya que el difunto Rafael Moreno Valle recibió a Puebla en los últimos lugares de competitividad y en 2018 la entregó en el lugar 13 con avances concretos, consistentes y tangibles.
Puppy Lalo Justificaba su falta de resultados, en el supuesto bloqueo y control que ejercía el Gobernador Moreno Valle, y no, en su falta de capacidad administrativa, creatividad, capacidad de integrar a un equipo competente y competitivo y por supuesto, la ausencia total de un liderazgo transformador.
Así como en el 2014 y ahora en 2021, Lalo no llegó para recomponer el rumbo de la ciudad y sus habitantes, sino que solo vino a recuperar la solvencia que los verdaderos amos del Yunque habían perdido, si, estos “empresarios” que solo con el control del erario son exitosos y lejos de el, se van directo al precipicio, porque no saben competir, innovar y mucho menos, ganar en condiciones de piso parejo frente a empresarios de verdad.
El Yunque poblano, un grupúsculo que fue bendecido con la caída de RMV y Martha Érika, pues de estar a nada de la extinción, ahora sienten que hasta el gobierno de Puebla pueden conquistar, sin importar que sus liderazgos visibles como Augusta Díaz de Rivera sean personajes elitistas, sin don de gente y mucho menos, que verdadera y legítimamente les interese el bienestar del pueblo.
Son una camarilla de personajes grotescos, que una vez acabado el mitin y tras bambalinas, se mofan de la forma de hablar de ese pueblo al que hipócritamente saludan, pero que ni conocen; vomitan los olores de la gente que trabaja a ras de suelo y se limpian los abrazos mentirosos que, con tal de alimentar ese sueño guajiro de adueñarse a Puebla, reparten a diestra y siniestra.
Este fin de semana, Lalo parecía más un casiquillo de pueblo, que alguien que, con seriedad y resultados en la mano, aspira a seguir liderando. Convocando a la unidad a través de un discurso harto anacrónico, a creer que es posible tener seguridad, mejores salarios, servicios públicos de calidad que, con todo y su tono asistencialista, él mismo no podía creerse (mientras los abyectos yunquistas poblanos, no paraban de ventosearse de la risa, desde un rincón alejado de los humores y olores del pueblo que convergió en el encuentro)
Porque sencillamente, es algo que de 2011 a 2014 no logró y a casi un año de su segundo periodo y con todo el apoyo del Gobernador Barbosa, tampoco está logrando; pues su administración aparte de mediocre, opaca, llena de cuates y subyugada a los santurrones mamilas del yunque poblano, ha estado plagada de yerros, como el intento precario de imponer fotomultas, la muy opaca licitación de los parquímetros, el nepotismo, los abusos de parte de inspectores, el muy desaseado actuar de Gobernación y normatividad municipal.
La inseguridad desbordada como no se recuerda en el reciente pasado y, encargada a funcionarias más ligadas a sus afectos, que la necesidad y exigencia de resultados.
El constante favoritismo a las empresas ligadas al yunque y faltaba más: el aumento desmesurado del gasto en la burocracia, pues como la propia Titi Díaz de Rivera dice una y otra vez, “EN EL PAN CABEMOS TODOS” y tan pronto apaga el micrófono añade—“PERO EN LA NÓMINA” —
Ponerse un overol y dar brochazos, bachear, poner una lámpara o podar un arbusto, no lo hace un hombre del pueblo ni para el pueblo.
Dar un discurso con una entonación y retórica al más puro estilo de EL VARGUITAS, secundado de matracas y porras de “Lalo Gobernador” solo muestran su verdadero rostro: el de la sumisión, la ambición desmedida de quienes encima de él cual titiriteros mueven los hilos, su adicción a mentir cínica y descaradamente; pues no tiene empacho en prometer lo que jamás siquiera se ha preocupado por construir…Una Puebla próspera, segura competitiva y de vanguardia.
Sí Gómez Morín, Castillo Peraza o Maquío hubieran estado presentes en ese bodrio de destape, se mueren 10 veces más y sin duda alguna, entierran a Lalo con ellos de una vez…
El peso de la historia, el precio de la dignidad…
Nos vemos cuando nos leamos. @DiarioReporter