Por Xavier Gutiérrez
Formar equipos de trabajo es toda una proeza. Lo es en tareas pequeñas, en empresas y encomiendas grandes el reto es mayúsculo.
Tienen que concurrir muchas características para que un jefe, director o líder reclute e integre a un grupo de colaboradores que lo entiendan, que se identifiquen con él y que lo secunden.
Cuando tales cuadros no son resultado de una larga trayectoria en torno al titular, este tiene que formarlos. Y para ello se requiere preparación, cerebro, intuición y confianza.
Ya seleccionados, otorgarles una buena dosis de seguridad para marchar juntos.
Cuando Gustavo Díaz Ordaz seleccionó a Antonio Ortíz Mena para ser Secretario de Hacienda, este le dijo:
-Señor presidente, no podría aceptar porque debo reconocer que alguna vez, como seguramente usted lo sabe, me expresé mal de usted.
Este le respondió, con su estilo rotundo y seco:
-No lo designé para que hable bien de mí, lo he nombrado porque sé que usted un excelente financiero y que la Hacienda del país estará en buenas manos.
En el gobierno del presidente López Obrador, como en cualquier gabinete, ha habido de todo. Baste citar que no es nada fácil para quien no tiene buena salud y magníficas condiciones físicas aguantar el paso del gobernante. En otros sexenios y aquí en Puebla lo hemos visto.
El servicio público bien entendido es un trabajo apasionante. Pero requiere entrega, compromiso, olvidarse de horarios, y a veces es hasta divorciante. Sí, con frecuencia los cargos públicos son causa de divorcio. Pero indudablemente, la tarea bien entendida es francamente satisfactoria.
El exgobernador de Guerrero Rubén Figueroa, aldeano y corto de ideas, dijo al respecto cierta ocasión:
-Los trabajos públicos son cargas muy pesadas…pero los fletes valen la pena. (Él, aparte de cacique, era empresario camionero)
Pero trabajar para un hombre poderoso, aparte de sacrificio y fidelidad, exige lealtad, y aceptar las reglas del juego. Quien no se siente cómodo con las inclemencias del tiempo, es decir, las maneras, ritmos y hábitos de un gobernante, tiene siempre el expedito camino de la renuncia.
Es honesto hacerlo.
Hubo aquí un oficial mayor de un gobierno, apodado “El Pájaro Loco” por cierto, que realmente no encajaba en el equipo del gobernador, era una pieza que rechinaba. Para empezar el sol le era insoportable, siempre acudía a las giras con un folder en la mano, no por llevar documentos de trabajo… sino para protegerse de los rayos solares todo el tiempo.
Siempre se ponía mascarillas de una crema blanquecina para protegerse la piel de la cara, caía francamente en la ridiculez
Su jefe, en cambio, gozaba, casi adoraba al sol como los pueblos originarios de este país.
Un día, insatisfecho con el estilo predominante de gobierno, el oficial mayor comentó que el gobernador era un megalómano. Su opinión llegó a oídos del jefe y al día siguiente era… ex oficial mayor.
El caso de Santiago Nieto y su separación fulminante de la Unidad de Inteligencia Fiscal (UIF…que para él terminó siendo ¡fiuuuu!), el presidente lo definió como una excentricidad intolerable en las normas y principios de su gobierno.
Una boda así, es cierto, equivale a las antípodas del estilo actual de gobernar.
Cada quien con su dinero y de la puerta de su casa para adentro puede hacer lo que guste, claro.
Pero un servidor público en los días que corren, si aceptó integrarse a un equipo de trabajo, debe marchar al ritmo que marca el jefe…o renunciar. Varios lo han hecho, a otros se las pidieron. Las renuncias, claro…
En este caso en particular concurrió otro problema de fondo aparte del boato, el derroche y la ostentación (para qué ir a casarse a La Antigua, si bien pudo haberlo hecho a la moderna, diría uno…): el integrar en su séquito de invitados nada menos que a don Juan Francisco Ealy Ortíz, el director de El Universal.
Es evidente que este caballero es distinto al sumiso, colaboracionista y aliado de gobiernos anteriores, lo mismo del PRI que del PAN. Hoy no sólo alienta una política feróz, diaria, contra López Obrador, sino que es todo un activista con esa causa como bandera. Ello, no obstante, levanta el pendón del periodismo imparcial, impoluto y sin concesiones. (¡Concesiones las que obtuvo en sexenios anteriores!)
Para el presidente es, en suma, no un crítico sino un adversario en toda la línea. En esa lógica era elementalmente inconcebible en su estilo de gobernar admitir tal clase de amistades o aliados de uno de sus colaboradores estelares.
Y vino fulminante la renuncia, un episodio que cimbró el ambiente político por el peso del renunciado y la flamígera decisión del dedo presidencial.
Son las reglas del juego en la vida pública, nada extraordinario. Si la persona no está de acuerdo, sencillamente se hace a un lado. Aquí no cabe lo de tener otras reglas…u otros datos.
El sustituto es todo un acierto. Pablo Gómez tiene una aguerrida trayectoria fiel a sus ideas, político de la izquierda de una pieza, brillante tribuno y estudioso como pocos de la economía del país.
Entendida su función con un sentido político, sin duda que interpretará mejor al presidente que Santiago Nieto quien, dicho sea de paso, no dejó evidencias conocidas de ser un funcionario deshonesto.
@DiarioReport