Por Carlos Clemente
A dos meses del anuncio hecho por el gobernador, al que denominó “una limpia contra la delincuencia en la región de Acatzingo”, el gobierno del estado va perdiendo la batalla.
Que desde la autoridad estatal haya un discurso triunfalista sobre grandes logros y alcances sin precedentes en la historia, contrasta radicalmente con la realidad que viven los poblanos en muchos rubros: economía, empleo, combate a la pobreza e inseguridad.
Este último rubro se perfila como el gran talón de Aquiles del mandamás de Casa Aguayo.
Al anuncio del 24 de febrero pasado sobre Acatzingo, le precedió una espiral de violencia: ejecuciones, secuestros y balaceras.
Un día antes, al filo de las dos de la tarde, en la Sección Novena –de alta incidencia delictiva- tres hombres que se encontraban a bordo de un jetta blanco fueron ejecutados, entre ellos “El Tabique”, líder narcomenudista y huachicolero.
La narrativa del gobierno de que se trata de un ajuste de cuentas o una lucha por la plaza, es sólo un recurso para evadir responsabilidades. Como autoridad está obligada a garantizar la seguridad y la tranquilidad de los ciudadanos.
Afirman que cuentan con una radiografía completa del crimen en la zona, cuyo origen se atribuye al robo de gasolina y gas, por grupos que crecieron al amparo de autoridades pasadas; sin embargo, no se observa una estrategia capaz de frenar la ola de violencia en aquella zona del estado.
El pasado martes, campesinos encontraron el cuerpo de una mujer al fondo de una barranca en la comunidad de San Sebastián Villanueva, tenía varios impactos de bala y el tiro de gracia.
Este miércoles, alrededor de las 10 de la mañana en el barrio de San Antonio, familiares reportaron el levantón de la joven Karla Álvarez y su acompañante, por parte de varios sujetos a bordo de una camioneta Frontier, en pleno centro de Acatzingo.
Apenas el domingo pasado, el padrino de un anexo AA, fue levantado y ejecutado frente a sus oficinas, finalmente su cadáver apareció en campos de cultivo en San Sebastián Villanueva. Era mariachi, se llamaba Jaime y tenía 38 años de edad.
Por desgracia para los ciudadanos de Acatzingo, una región muy importante en la economía del estado por su gran producción agrícola, no se advierte un esfuerzo contundente y eficaz del gobierno estatal para “limpiar” la región de la delincuencia, como lo prometió hace dos meses. @DiarioReporter