Por Jesús Ramos
Se reunieron 72 horas después de la elección del 2 de junio Alejandro Armenta y Eduardo Rivera. En secreto lo mantuvieron. Que haya sido así habla bastante bien de uno y de otro.
Fue del lado del PAN de donde surgió la chispa que encendió la revelación del secreto callado. Tres días después de los comicios se encontraron, se hablaron, se entendieron y se comprometieron a respetarse mutuamente.
Ninguno ha dicho que el 5 de junio sellaron acuerdos de civilidad. No hace falta. Alejandro en su victoria ha sabido respetar a Eduardo en su derrota. Después de todo la alta valía de los triunfos lo otorga la grandeza del rival y que le reconozca el victorioso.
Y así fue. La oposición no pudo tener candidato más fuerte que Lalo. Peleó la gubernatura el mejor no sólo del PAN sino también del PRI y PRD coaligados desde la oposición.
Con otro distinto al yunquista los resultados hubiesen sido peores de lo que fueron. Seguramente así lo entienden tirios y troyanos, entendimiento simple de concluir desde la tribuna de la razón y el análisis político.
Dar detalles de ese encuentro con citas de expresiones y diálogos sería fantasear. Eduardo no los obsequiará y tampoco Alejandro. Fueron muy sus asuntos. La palabra de caballeros debió quedar en prenda. Sin embargo, sirve de ejemplo el nivel y buena fe por ambos mostrado. @DiarioReporter