Por Alberto Pacheco
Han pasado prácticamente los primeros 100 días de la gestión de Eduardo Rivera al frente de Puebla Capital, 100 días desde que el lalismo prometió componer el rumbo, algo que, evidentemente no ha sucedido ni sucederá.
Han sido 100 días con muy poca idea, pero mucha buena ondita, adónde los logros están completamente ausentes, pero la banalización del quehacer público es la norma.
Adónde la buena ondita del Presidente y sus funcionarios (ya sea pintando, bacheando, repartiendo cubrebocas, etc.), es la punta de lanza, no para un proyecto real de gobierno en beneficio de los ciudadanos, sino para un proyecto político más.
A sabiendas de que, para un electorado poco informado, apático, desinteresado y con un nivel precario de educación, no son los resultados la manera de medir a sus gobiernos, sino la conexión emocional que estos logren establecer y qué mejor, que la buena ondita.
Y es que, ver a tu alcalde realizando las tareas más triviales y cotidianas, le brinda al ciudadano convencional, al ciudadano busca héroes, al ciudadano huérfano de justicia, un sentimiento de equilibrio que le regresa la esperanza para paliar la terrible realidad a la que se enfrentan a diario.
Una realidad a la que le han perdido la fe, y buscan en lo más BURDO, una manera de anclarse a la ilusión de un mejor mañana.
Hoy, nuestra capital es una de las ciudades adonde mayor percepción de inseguridad tienen los ciudadanos, pues el 81.9% no se siente con garantías sobre su integridad física y patrimonial.
Sigue siendo de las ciudades con mayor marginación urbana y con los salarios más precarios de todo el país.
Adonde a 100 días, ni siquiera se aprecia una visión clara del plan de gobierno, pues pareciera que los funcionarios están más preocupados por idearse trivialidades que conseguir resultados.
No obstante, lo que está sucediendo no es ni de lejos una sorpresa, puesto que Eduardo Rivera en su primera gestión de 2011 a 2014 tampoco logró nada digno de recordar, aunque precisamente esa capacidad de conectar con los ciudadanos, le valió para eclipsar una muy gris administración, en la que encima, su rol de víctima, le permitió sobrevivir políticamente.
Y hoy, no solo gobierna con el mismo equipo con el que no logró nada, sino que añadió por compromisos, a otras sanguijuelas de la política que nada relevante han hecho a nivel profesional, más que utilizar sus apellidos para transitar de puesto en puesto y seguir bebiendo de la ubre del erario.
Nadie de esta nueva burbuja ha sido alguien que haya ganado prestigio por sus prestaciones intelectuales o técnicas, es más, muchos de ellos, siguieron estando presentes en las charlas de círculo rojo por escándalos, en otros casos porque mutaron al morenovallismo y de repente regresaron al lalismo, pero nadie, absolutamente nadie, tuvo algo digno que presumir desde la esfera profesional. @DiariopReporter